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lunes, 14 de julio de 2025

ES TREMENDO LO QUE ESTÁ PASANDO EN GAZA.

 

 No escribo nada nuevo si digo que  "es tremendo lo que está pasando en Gaza": no hay un día que no recibamos  terribles noticias sobre los ataques inmisericordes del ejército israelí y los continuos bombardeos  sobre esa tierra mártir.

Nos estremece ver a niños  y adultos ensangrentados, envueltos en sábanas y llevados a toda prisa a lo que queda de las infraestructuras medico- sanitarias. Cuando se escriben estas líneas, el ejército de Israel ha reconocido haber atacado concentraciones de personas que se disponían  a recoger alimentos.

Todo está destruido en la franja de Gaza: hospitales, colegios, edificios particulares e institucionales y mezquitas. Israel no ha respetado nada, asesinando a la población civil: niños y niñas, ancianos adultos, periodistas médicos, sanitarios, personal de servicios asistenciales y miembros de ONG, entre otros grupos de personas.

No es el "caballo de Atila", sino la bota cruel de los soldados israelíes, henchidos de odio, azuzados por las soflamas indignas de Netanyahu y sus ministros, los que aplastan y trituran la población palestina, a la vez que otra acción  más lenta, pero no menos cruel lleva a cabo  la soldadesca israelí asesinando a personas inocentes, con el fin  de ir ganando terreno en esa zona de Palestina, en una operación cuyo objetivo inmediato es aumentar el número de colonos, hasta apoderarse  de la mayor parte de la Cisjordania,  reduciendo progresivamente el ámbito de influencia y el territorio de dirección de la Autoridad Nacional Palestina.

Como en la Alemania nazi, Netanyahu y su camarilla han venido haciendo una campaña de desprestigio de los ciudadanos y ciudadanas palestinos, intentando reducirlos  a animales. Noventa y dos años antes, Adolf  Hitler accedía al poder en Alemania, como canciller, y, meses después, comenzaban las persecuciones de las SA, impulsadas también por las soflamas de este líder demoniaco, que animaba a perseguir como perros a los judíos, acusándolos de los males reales o supuestos de  Alemania.

¿Se habrán preguntado alguna vez  Netanyahu  y sus seguidores , desde que comenzó su infernal acometida contra los gazatíes, que los están destruyendo con la misma insidia, sangre fría e inmoralidad que el dictador nazi? Es posible que acallen su conciencia justificándose en la creencia de que su pueblo es el elegido por Dios, pero no nos engañemos, esta  actitud es fruto de la  mezcla de una débil y aparente creencia religiosa y aceptación de la teología oficial judía que privilegia al pueblo de Israel. De forma parecida construyó Hitler su pensamiento político: su pueblo, Alemania, había sido humillada en la primera guerra mundial y había que reparar tal humillación buscando un chivo expiatorio, el pueblo judío, expropiado de sus bienes y perseguido hasta el exterminio. La pretendida supremacía germánica era el motor de tal canallada.

Por su parte, Netanyahu quiere extender los límites del territorio de su país, a costa de la desaparición del pueblo palestino, negándole el derecho a la vida y a su soberanía como nación.

Estamos, pues, ante un genocidio en toda regla, favorecido por el apoyo militar y político de los dos últimos presidentes, Joe Biden y Donald Trump, aunque hubo precedentes en gobernantes estadounidenses anteriores. Trump ha recibido al presidente israelí en un  acto de impresionante cinismo, a pesar de que la Corte Penal Internacional ha dictado una orden de arresto contra Netanyahu, quien, para agradecer al apoyo de Trump, como en una comedia bufa, le ha entregado una carta en la que lo propone para el Premio Nobel de la Paz. ¡Pobre Paz, en manos de un genocida y un mandatario histriónico, cómplice y sin escrúpulos!

Entretanto, los dirigentes europeos, salvo algunas excepciones, mantienen un culpable silencio, deshojando la margarita a ver si la devastación israelí en Gaza es o no es un genocidio.

¿Por qué de  esta  duda de algunos de los políticos europeos, cuando tienen en sus retinas los efectos dantescos de la tragedia? Es una salida falsa, para ocultar que someten la vida y la dignidad humana a los intereses económicos y geoestratégicos  de los estados y del poder, y hacen la vista gorda ante un ejemplo clásico del terrorismo de un estado, Israel, pues no solo es terrorismo el de Hamás.

En situaciones como esta, ante el riesgo de represalias, la población calla, aunque una minoría se la juega, y las autoridades religiosas miran también para otro lado. Sin embargo, una vez consumado el holocausto, igual que en Alemania, surgirá una terrible crisis de valores ante la injusticia manifiesta; provocará el desconcierto de las conciencias dormidas y el remordimiento de "las personas tiernas de corazón"(M. Luther King). En este  tiempo posterior al silencio culpable, se producirá una revisión muy dolorosa y desoladora, como ocurrió después de Auschwitz y otras horrorosas experiencias nazis. No solo murieron asesinados millones de personas, sino también las expectativas  éticas y morales de la filosofía, la teología, la política y la cultura. ¿Qué quedará después del holocausto gazatí y la destrucción de Palestina, tras el nuevo Auschwitz, provocado por descendientes de los que fueron asesinados en los campos de concentración alemanes?

No puedo terminar este escrito, desde mi tristeza, indignación e impotencia, sin que  dejen de resonar en mis oídos las palabras sentenciosas de Jesús de Nazaret a Pedro, en el huerto de Getsemaní: "Vuelve  a la espada a su sitio, pues quien usa la espada, perecerá también por la espada" ( Mateo 26:52). ¿Están aún a tiempo de que se cumpla esta inquietante afirmación de Jesús?

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