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domingo, 29 de julio de 2012

LA DISIDENCIA DE JESÚS DE NAZARET

LA DISIDENCIA DE JESÚS DE NAZARET. La radicalidad de su vida y de su mensaje hizo de Jesús de Nazaret un disidente. Lo fue con sus parientes que, ante el celo que ponía en su misión, llegaron a decir que “estaba fuera de sí”. Su familia pensaba que Jesús estaba llamado a realizar otros planes en su vida. Los discípulos entendieron mal que el advenimiento del reino de Dios necesitaba tiempo y esfuerzo, y esperaban un éxito inmediato. Sin embargo, Jesús no se detuvo ante nada, convencido de que el tiempo del que disponía era escaso y había que aprovecharlo para cumplir la voluntad de Dios. Por esta razón, llevó una vida errante acompañado de sus discípulos, de mujeres y de personas que no gozaban de buena fama entre los observantes de la Ley. Precisamente, su cercanía de los llamados “pecadores”- publicanos y prostitutas- le ganó la animadversión de los fariseos, puritanos y escrupulosos cumplidores de la Ley, que no veían bien que un rabino se mezclara con gente inmoral a ojos de una sociedad como la judía regida por estrictos principios religiosos y morales. Pero él no podía hacer dejación de esta obligación y se la hacer saber a los que le califican de “comilón y borracho” y le critican que sea “amigo de publicanos y pecadores” (Mt, 11,19): “No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”(Mt 9,12-13; Mc 2,17; Lc 5,31-32). Al decir Jesús “he venido” está aclarando que la dedicación a los pecadores constituía el centro de su mensaje. Ellos son también herederos del reino y además, sus privilegiados: “Los publicanos y las rameras os precederán en el Reino de Dios” (Mt 21, 31). Es de suponer el escándalo de estas palabras para los fariseos, sus más directos destinatarios. Sin embargo, los pecadores se sentían reconfortados con sus palabras y “compartían la mesa con él”(Lc 2; Mt 9, 10-11). Bastaba el deseo de acercarse al Maestro para alcanzar el perdón, sin que la conversión fuese la condición previa para ello. Luego, vendría el arrepentimiento al calor de la palabra de Jesús y su confianza en él. Así ocurrió en los encuentros de Zaqueo y de la prostituta, a los que les fue suficiente su acercamiento a Jesús, gozar de su amistad y arrepentirse de su vida anterior, en medio de la incomprensión de los sectores más religiosos. Se siente cercano a los niños y les manifiesta su afecto y los bendice. Conversa, hace amistad y cura a las mujeres, desposeídas de derechos públicos en la sociedad judía. Siente pena por los hambrientos, “errantes como ovejas sin pastor” (Mc 6,34). Llora ante la tumba de su amigo Lázaro, y en definitiva, no es indiferente a ningún sufrimiento de su pueblo, explotado por los que ejercían el poder sin misericordia. Su amor y celo por los últimos le lleva afirmar: “Muchos primeros serán los últimos y los últimos, primeros (Mc 10,31), con un sentido de subversión de aquel sistema social tan rígido y jerarquizado, que le hizo “merecedor” de ser calificado de “agitador político (Lc 23, 2-5) y “subversivo”( Jn 19, 1,2). Aún tuvo que escuchar otros epítetos por amistad y cercanía a las personas de mala fama:”samaritano y loco” (Jn 8,48-49), “perturbado mental ( Mc 3,21), que se podía contar “entre los delincuentes”(Lc 22,37) y embaucador”(Mt 27,63). La ternura e incomprensión, de la que hacía gala con los más débiles y necesitados contrastaba con los ataques que dirigía a la aristocracia sacerdotal y laica, a los saduceos- enemigos encarnizados de Jesús, a los que criticó su ideología religiosa y política y las prácticas que se derivaban de ella-. También fueron objeto de sus diatribas los escribas, fariseos y los ricos en general. El episodio en el que Jesús arroja del Templo a los cambistas y vendedores de palomas, indignado por haber convertido la casa de oración de su Padre en cueva de ladrones, aunque posiblemente quedo reducido al ámbito de los más próximos, constituyó una denuncia al negocio que Anás y su familia mantenían en el tráfico de animales para el sacrificio. Posiblemente los saduceos que controlaban el Templo no le perdonaron este gesto. A los fariseos, les criticó que predicaran un Dios en cuyo nombre se “lían fardos pesados y los cargan en las espaldas de los demás”. “Que ocupan los primeros asientos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; y gustan de ser llamados “maestros” (Mt 23, 1-36). Con el paso del tiempo la imagen de esta rica y compleja personalidad de Jesús, su mensaje en nombre de un Dios misericordioso que hace salir el sol para todos y que hace causa común con los pobres y desheredados de la tierra, quedó oscurecida por la conversión de la nueva religión en la oficial del Imperio Romano, bajo el poder de Constantino, en el siglo II de nuestra era. El Cristo de los sencillos, de los pobres y humillados; el defensor de todo hombre y de toda mujer aparece ahora como Emperador, Legislador y Juez, entre otros títulos. Desaparece de esta forma la proyección religiosa, social y política de los gestos y de las palabras de Jesucristo. En esos momentos, las motivaciones son otras: la jerarquía ha de defender a la Iglesia de los enemigos de Dios, y para ello se envuelve en interminables alianzas con el poder temporal para aunar fuerzas. Los fieles laicos fueron relegados al último lugar de la escala eclesial, sin capacidad para decir su palabra y hacer valer sus derechos de hijos de Dios. Posteriormente, a causa de los procesos de secularización la Iglesia Católica pierde poder en la escena pública, y se presenta la imagen de un Cristo que invita a la espiritualidad e interiorización personal, que dificulta el compromiso de los fieles en la vida pública. Tras el Concilio Vaticano II, paulatinamente nos hemos ido acercando a una más cuidada reflexión del Antiguo y Nuevo Testamento, gracias a los avances de la exégesis bíblica, un verdadero tesoro de aproximación al mensaje de la Palabra de Dios. Hoy tenemos una visión más cercana y humana de Jesús, de su historicidad, que permite conocer mejor a aquel que por sus palabras y obras fue reconocido como el Hijo de Dios por sus seguidores. A la luz del Evangelio y de los esfuerzos de investigación que se vienen realizando por los expertos en las ciencias religiosas, la Iglesia Católica del S.XXI tiene un gran desafío por delante: ahondar en la encarnación e historicidad de Jesucristo, porque una cristología que ignore al Jesús histórico carecerá de su fundamento, y no le valdrá como pretexto alegar las reales dificultades de interpretación exegética porque será una cristología incompleta. Si la Iglesia quiere ser el recinto de alegría y la casa de acogida para todos que predica en la celebración de la Eucaristía, deberá bañar la hermosa cristología sobre Jesús en las aguas evangélicas que revelan el paso del Maestro por este mundo. En caso contrario, seguirá siendo un referente moral de carácter público que cada vez convence menos. Colaboración con el Grupo de Reflexión Cristiana-Siloé, de Cádiz.

PAGOLA Y SU APROXIMACIÓN HISTÓRICA A JESÚS DE NAZARET

PAGOLA Y SU APROXIMACIÓN HISTÓRICA A JESÚS DE NAZARET. En el año 2007 se publicó “Jesús. Aproximación histórica”, obra escrita por José Antonio Pagola, sacerdote, teólogo, biblista, profesor de la Facultad de Teología de Vitoria y, en otro tiempo, vicario general del obispo Setién. El libro ha tenido un éxito singular, en un género, el de la literatura religiosa, cada vez más reducido a los círculos interesados por la religión y la formación cristiana.Como indica el título, Pagola ha pretendido acercar la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret al gran público, creyente o no, convencido de que su figura es patrimonio de la Humanidad, y no sólo de grupos o de instituciones religiosas en particular. Ha tenido muy en cuenta a quienes un día perdieron la fe o se alejaron de la Iglesia, y que, con los años, buscan ahora reorientar sus vida, ofreciéndoles en tiempos de crisis un modelo muy convincente. Más allá de estos objetivos, pienso que “Aproximación histórica” ha venido también a cubrir lagunas en “cristianos viejos”, que, durante años hemos ido abandonando nuestra fe en un Dios encarnado en la realidad humana, y refugiándonos en el Jesús milagrero alejado de los problemas cotidianos que preocupan a la mayoría de las personas. Para acercarnos al Jesús real, el autor ha realizado un estudio muy serio. Ha buscado con sencillez respuestas a preguntas sobre quién era esa persona que ha constituido el origen de su fe y qué hizo que sus seguidores, atemorizados por el cruel final del Maestro manifestaran una entusiasta adhesión que cambió profundamente sus vidas.Pagola ha seguido consecuentemente un exigente itinerario, recogiendo las aportaciones de numerosos expertos. Ha manejado una abundantísima bibliografía, con criterios de selección muy cualificados, procurando no quedarse en la controversia entre autores o en la imagen que un escritor determinado tiene de Jesús. Además, ha ido tomando las ideas y argumentaciones del más amplio y seguro consenso que se dan hoy sobre sus palabras y sus hechos.De esta manera, nos ha redescubierto un Jesús apasionado por el Reino de Dios, centrándolo en los más humillados del pueblo y actualizándolo en el tiempo presente. Por esta razón decía Jesús: “El Reino de Dios está entre vosotros”, ya que éste se realiza en la curación de los enfermos, en el cuidado de los pobres, los leprosos, marginados por la sociedad y la religión, las viudas, los huérfanos, los extranjeros, los pecadores, las mujeres y los que viven en soledad. Muchas de estas lacras sociales siguen corroyendo actualmente a los seres humanos, pues quién puede negar la opulencia de unos pocos y la pobreza de muchos; el maltrato y muerte de tantas mujeres; la precariedad y el paro a que se ve abocado el mundo del trabajo… Para todos estos sectores sociales afectados por las injusticias y la explotación puede ser Jesucristo propuesta de liberación y anuncio de un Dios amante de la vida y de la felicidad humana. Asombrado por la extraordinaria personalidad de este “Jesús oculto” (José A. Marina), que Pagola nos hace emerger en su estudio, me parecía impredecible que surgiera, como así ha sido, un fuerte debate entre partidarios y objetores, con especialistas de renombre a uno y otro lado. En 2008, la Comisión para la Doctrina de la Fe (CEE) publicó una nota aclaratoria en la que atribuye a “Aproximación histórica” deficiencias metodológicas como la ruptura entre la fe y la historia y la desconfianza en la historicidad de los evangelios. En el plano doctrinal, la presentación de Jesús como un mero profeta y la negación de su conciencia de Hijo de Dios, entre otras objeciones. Para el censor, ha sido, como siempre, más fácil descubrir defectos que valorar las virtudes de una obra, que pretende recuperar la plena humanidad de Jesús para acceder así al Cristo de la fe. En contraste con la crítica recibida, el autor reconoce haber escrito su libro desde la Iglesia Católica, a la que pide “creatividad y encarnación si no quiere apagarse y languidecer”. Reconoce que no “estamos” sabiendo traducir los conceptos cristianos al lenguaje y la cultura actuales. En el mismo sentido, Benedicto XVI ha reconocido la necesidad de volver al evangelio para saber qué es lo esencial y qué es lo que hay que modificar por no corresponder a los signos de los tiempos. Por estas palabras del Papa actual, no parece que J.A. Pagola esté descaminado en presentar con pasión y constancia la figura de Jesús de Nazaret y su mensaje a los hombres y mujeres de hoy, tan necesitados como estamos de referentes que orienten nuestras vidas en los estimulantes ideales del amor compasivo, la justicia y la solidaridad.