Buscar este blog por entradas laterales de otros textos

jueves, 10 de febrero de 2022

EVANGELIO. JÉSUS ENVÍA A LOS SETENTA Y DOS DISCÍPULOS

 

JESÚS   ENVÍA   A LOS  72 DISCÍPULOS   (Lc 10, 1-9)

He leído una vez más este pasaje del Evangelio y he reflexionado sobre su contenido. En este tipo de textos, que tratan de manifestar determinadas formas de vida, relaciones humanas, costumbres y consejos, siempre descubres perspectivas y aspectos nuevos reveladores de enseñanzas para nuestra vida concreta, personal y social.

Lucas nos narra como Jesús envía a 72 discípulos de dos en dos a pueblos y lugares donde pensaba ir él. De alguna manera, estos seguidores de Jesús iban a preparar el mismo camino que Jesús, el profeta itinerante iba a recorrer después.

 Sabedor de que había mucho por hacer, les dice “Hay mucho que cosechar, pero los obreros son pocos: por eso rueguen al dueño de la cosecha que envíe obreros a la cosecha”.  Jesús sabe también de las dificultades que van a encontrar: “Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos”, no solo por la maldad natural que siempre ha caracterizado la vida humana, alternada con buenas obras, sino también por las reacciones adversas al mensaje rompedor de Jesús.

Les pide que se desplacen con la mayor austeridad: “No lleven talega, ni alforja, ni sandalias”; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino”. Su misión requiere de pocos medios para transmitir el mensaje de paz de Jesús, y deja la manutención de los mensajeros en manos de los habitantes de las casas donde piden alojamiento. Parece, según algunos expertos, que los 72 discípulos itinerantes debían acudir a las casas de los discípulos no itinerantes.  Además, la misión no permitía dilación en el tiempo, como se expresa en la traducción popular de la Biblia Latinoamericana: “Y no se paren a conversar con alguien por el camino”. Finalmente, Jesús, según San Lucas, les aconseja: “Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan”. “No andéis cambiando de casa”. “Si entráis en un pueblo y os reciben bien (…), curad a los enfermos que haya y decid: “Está cerca el Reino de Dios”. En estas últimas normas o consejos que Jesús da a sus discípulos se recogen los dos elementos fundamentales del mensaje a transmitir: uno, práctico, ejecutivo: curad a los enfermos; el otro, el anuncio de la proximidad del Reino de Dios, signo de esperanza para quienes escucharan su mensaje.

Castillo, en su evangelio del día: “La religión de Jesús”, considera que el número “72” es un derivado del “7”, número bíblico, cuyo significado era universal en la tradición judía. Es posible, por tanto, que la expedición no  estuviera  compuesta  por los 72 que nos dice Lucas en su narración, sin embargo, se me ocurre pensar que fuera un grupo numeroso, pues el número indica un nutrido grupo, superior al número “doce” de los apóstoles.

Por este carácter universal de nuestra vocación cristiana, ya que el envío de los “setenta y dos” era la voluntad de Jesús de extender su mensaje más allá del espacio geográfico y comunitario en el que él se desenvolvía, nos impulsa y anima a dar a conocer a Jesús y su Evangelio a todas las personas, pueblos y naciones.

Pero esta evangelización no la podemos hacer hoy con imposiciones y sentido de superioridad, como ha sido el proceder de la jerarquía de la  Iglesia a lo largo de su historia, salvo honrosas excepciones. Nuestra propuesta evangélica ha de ser una oferta a los destinatarios con el mayor respeto a su iniciativa y libertad. Hemos de tener en cuenta su cultura, su origen religioso y social.

Principalmente, nuestra misión consistirá, a mi modesto entender, en llegar a acuerdos en aspectos humanizadores de un lado y de otro, porque lo básicamente importante es que el Evangelio fecunde las ideas, criterios, actitudes y comportamientos de la gente y encuentre, además, contribuciones y respuestas, que nos permitan a los cristianos “ver” el Evangelio desde distintas perspectivas y nos motive a unas prácticas humanizadoras compartidas.

En esta dirección de posibles propuestas, es muy interesante reflexionar sobre el “parlamento de las religiones”, iniciativa del gran teólogo ya fallecido Hans Küng, muy implicado en que las grandes religiones  lleguen  a acuerdos  de humanización más allá  de los dogmas -verdades y dogmas -todas ellas muy respetables, aunque no las compartamos en determinados casos- , convencido como estaba de que sin un acuerdo de las religiones en los principales problemas que afectan a la humanidad no habrá paz.