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martes, 19 de abril de 2022

 

LAS MUJERES, ‘APÓSTOLAS’ DE APÓSTOLES, FUERON LAS PRIMERAS TESTIGOS DE LA RESURRECIÓN DE JESÚS.

 Una lectura atenta de  Mateo 28, 8-10  nos hace ver   la importancia de las mujeres como testigos de la resurrección de Jesús. Movidas por el amor a su Maestro, fueron corriendo al sepulcro. Con miedo y llenas de alegría, anunciaron a los apóstoles que Jesús había resucitado. Lucas, en 24 1-12, nos dice que las mujeres fueron al sepulcro “llevando los aromas que habían preparado”; se supone que era para ungir el cadáver, y al no encontrar el cuerpo de Jesús se sintieron “desconcertadas y despavoridas”. A continuación, se les aparece Jesús y les dice que no teman, recordándoles sus palabras acerca de que el Hijo del Hombre iba a ser entregado, ser crucificado y que al tercer día resucitaría. En el texto de Mateo también se narra la aparición de Jesús resucitado a las mujeres, a las que les pide que se alegren y que les digan a sus hermanos que los verá en Galilea.  Ellas transmiten todos estos acontecimientos a los apóstoles, encerrados por miedo a las autoridades judías, pero las toman por locas y no las creyeron. Era natural: las mujeres no gozaban del crédito necesario para ser creídas como testigos, porque eran las últimas en la escala social. Finalmente, Pedro se decide a ir al sepulcro a toda prisa (Lucas). En Jn 20, 1-9, al avisar María Magdalena   que la piedra del sepulcro estaba removida, son el discípulo amado y Pedro los que acuden corriendo a la sepultura de Jesús.


En todos estos episodios las mujeres amigas de Jesús ocuparon un lugar central.  Consuelan, confortan y anuncian la resurrección a los seguidores más próximos a Jesús, atenazados por el miedo y la desconfianza. Cierto que la opinión del pueblo de Jesús no cambió respecto al trato igualitario y digno que había que dar a las mujeres, a pesar de que él dio un gran ejemplo haciéndose acompañar por mujeres en calidad de discípulas[1]: Salomé, la madre de Santiago y Juan, hijos del Zebedeo; Juana, la mujer de Cusa, un administrador de Herodes, María de Magdala (María Magdalena), Susana, Marta, su hermana María, etc. El movimiento fundado por Jesús acogía a hombres y mujeres, en igualdad de mensaje, moralidad y funciones a desempeñar, en contraste con los rabinos de su tiempo, que no permitían a estas últimas pertenecer a sus escuelas rabínicas. Jesús  siempre las trató con delicadeza, como se puede comprobar leyendo algunos pasajes del Evangelio, en los que aparece conversando con ellas o curándolas de sus dolencias físicas y mentales, Particularmente, con las mujeres de su grupo mantuvo una permanente relación de diálogo y escucha. [2] Sus gestos de amistad y comprensión para con ellas fue el precedente de su duelo   por la pasión y muerte de Jesús y la presteza con que acudieron al sepulcro aquel día de la resurrección.


¿Qué ha pasado entonces en la Iglesia para que las mujeres estén tan marginadas, a pesar del ejemplo de Jesús y lo que nos han transmitido los evangelios? ¿Cómo es posible que no puedan acceder a los ministerios y responsabilidades de la Iglesia, salvo la tímida apertura de Francisco, limitado por la curia y obispos conservadores que temen un profundo cambio de la Iglesia con la irrupción de las mujeres? Produce desazón ver esas reuniones de hombres con sus ropas talares, sin que una sola mujer pueda participar en las mismas. Tales escenas reproducen una realidad en la que algo falla, y mucho. Las mujeres superan el cincuenta por ciento de los miembros de la Iglesia e injustamente no tiene representación alguna en los órganos de decisión de la institución eclesial. Ocurre un hecho parecido con la nula o escasa representación de los laicos en general; lo que demuestra que la jerarquía de la iglesia es una institución machista y clericalizada, constituida por hombres, que, necesariamente han de ser clérigos, con distintos grados de autoridad, que deciden por la mayoría del Pueblo de Dios.  

 



[1] Según el catedrático Antonio Piñero.

[2] Xavier Picaza. “La novedad de Jesús. Aportación y legado. Colección Exégesis Fe Adulta.