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domingo, 9 de diciembre de 2012

Los derechos sociales como parte muy importante de los Derechos Humanos


   LOS DERECHOS SOCIALES COMO PARTE MUY

   IMPORTANTE DE LOS DERECHOS HUMANOS



Por estar vinculados a la dignidad de la persona, los derechos sociales son una parte muy importante de los derechos humanos. Las personas, sólo por el hecho de serlo, tenemos derecho a la salud, a una educación gratuita, a prestaciones sociales y, en general, a todas esas conquistas que la sociedad por mediación de sus organizaciones y personas comprometidas han conseguido con riesgo de su disolución o prohibición , las primeras, y de su seguridad e integridad psíquica y física, las segundas; incluso la pérdida de la vida de quienes han trabajado y luchado por la justicia ha sido en muchas ocasiones el tributo pagado por desafiar a los poderes económicos y políticos.
Más concretamente, en  el mundo obrero, el campo en que L@S militantes de la HOAC nos movemos, esas conquistas protagonizadas por el Movimiento Obrero han hecho posible que gradualmente los trabajadores y trabajadoras puedan, con mucho esfuerzo y sacrificio, desarrollar su trabajo en condiciones más dignas que las generaciones anteriores, al menos en una parte de nuestro mundo . Gracias a las luchas obreras y sociales de los dos siglos precedentes  y en los años que llevamos vividos del actual, la opinión pública ha  llegado al convencimiento de que  sin el reconocimiento práctico y efectivo de los derechos sociales es muy difícil-diríamos imposible-  llevar una vida digna de seres libres.
Hoy, sin embargo,  estamos en un momento muy delicado para el presente y el futuro de los derechos humanos, en general, y de los derechos sociales, en particular. Para pagar una deuda infame, que no tiene fin, provocada por banqueros, financieros especuladores, siervos de un sistema depredador que pone el dinero por encima de las personas, y  gobiernos dóciles a sus dictados,  están metiendo  a la mayoría de la población en una peligrosa espiral de pobreza y deshumanización. La clase obrera ve cada vez más recortados sus derechos, mientras millones de hombres y mujeres son arrojados al agujero negro del paro, la necesidad y la pobreza asoma su cara amenazante y nuestras ciudades se ven cada vez más pobladas de personas excluidas del sistema, sin techo ni sustento.
Ha llegado la hora de  que la mayoría social se movilice sin descanso en defensa de sus derechos y denuncie el sufrimiento que padecen las víctimas de este sistema. Es necesario convencer a la población de que el capitalismo es un sistema caduco que necesita un recambio-un nuevo orden social y económico- que ponga a la persona en el centro de la vida, dé al trabajo la centralidad que ha de tener por ser generador de igualdad, haga de la política un servicio desinteresado a la ciudadanía, principalmente a los pobres,  y dé a los derechos humanos y sociales la importancia que tienen como constructores de una sociedad nueva sin explotados ni explotadores.  No vale mirar al otro lado, nos va en ello la cohesión del tejido social.



martes, 4 de diciembre de 2012

LA TEORÍA DE LA HISTORIA DE KARL MARX

LA TEORÍA DE LA HISTORIA DE KARL MARX.
UNA DEFENSA
Estudio e interpretación de la obra de G.Cohen.

Francisco- José González Álvarez.

1. Introducción.
En el prólogo de esta obra G. Cohen deja claras sus intenciones: la defensa
argumentada del materialismo histórico, respetando categóricamente lo que Karl
Mark escribió, aportando además la rigurosa metodología de la filosofía analítica
del pasado siglo, y a la que aquél se adhiere. Lo que G. Cohen pretendió al escribir
este libro fue elaborar una teoría de la historia de carácter general y filosófica que
respondiera al pensamiento de Marx, aunque desde perspectivas diferentes. Para
realizar esta tarea tuvo que ordenar entre las numerosas ideas de éste, aquéllas más
interesantes para su propósito, consciente de la dificultad que supone seguir los
muchos itinerarios abiertos por la portentosa capacidad analítica y proyectiva del
genial filósofo.
Sin embargo, cuando el lector poco avisado se dispone a iniciar la lectura de esta
defensa, lo que no espera encontrarse es una concreción tan rigurosa de los
distintos conceptos que constituyen la teoría marxista, muy exhaustiva, por lo
menos, hasta el cuarto capítulo inclusive. Más bien su esperanza estaría fundada en
hallar argumentos filosóficos menos materialistas y analíticos, quizá más
ideológicos, como terreno abonado y más fácil de transitar en el objetivo de
realizar un estudio menos laborioso por la cercanía de los contenidos al lector y
autor de este trabajo académico. Ya aclara Cohen en su prólogo que él aboga por
un materialismo histórico según la concepción tradicional marxista, basada en la
capacidad productiva del ser humano, en fuerte interrelación con las formas de
sociedad que se desarrollan, decaen o desaparecen de acuerdo con el papel de
apoyo, resistencia o freno en relación con el desarrollo de la capacidad productiva
humana. Se tratan muy poco en el libro elementos tan interesantes como la lucha de
clases, la ideología, el Estado, la sociedad o el sujeto de la historia, por lo que hay
que conformar las expectativas propias a los objetivos del autor, que ha pretendido
realizar un análisis estrictamente científico de la teoría marxista desde las
coordenadas del materialismo histórico. Visto, desde la finalidad de este trabajo, tal
análisis se sitúa, de lleno, dentro de las preocupaciones y estudios de la Filosofía de
la Ciencia, siendo los elementos o conceptos que Cohen obvia más asequibles a la
Filosofía de la Historia.
De acuerdo con sus orientaciones, divide la obra en once capítulos y dos apéndices.
El capítulo 1 se refiere a las relaciones dialécticas y estructurales y diferencias de
contenido de las concepciones de la historia en Hegel y en Marx.
El capítulo 2 trata de la constitución de las fuerzas productivas, su relación con la
estructura económica según Marx y las relaciones de producción como único elemento
constitutivo de la citada estructura económica.
El capítulo 3 estudia la estructura económica y, en ella, las relaciones de producción,
los productores, las relaciones de propiedad, las definiciones del proletariado y
estructural de clase, así como los modos de producción.
En el capítulo 4 presenta la diferencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción, profundizando en la dicotomía marxiana entre rasgos materiales y
sociales.
En el capítulo 5 desarrolla conceptos como el fetichismo, la mercancía y el
comunismo de liberación, éste último concepto como su aportación novedosa a la
teoría.
En el capítulo 6 se afirma la primacía de las fuerzas productivas, tal como lo hizo
Marx en 1859. A continuación, examina las relaciones entre las fuerzas productivas y
el capitalismo(capítulo7), la base y superstructura, la legalidad, la propiedad, el
derecho y los derechos y poderes del proletariado (capítulo 8) .
Dedica los capítulos 9 y 10 a la explicación funcional en general y en el marxismo.
Estos dos últimos me han parecido unos capítulos muy interesantes, en línea con lo
que hemos venido estudiando durante el curso, por lo que, en los planeamientos
previos a la elaboración del trabajo, me sentí tentado de centrarme en ellos, realizando
un desarrollo retrospectivo de los capítulos anteriores, integrando las distintas
nociones, relaciones, procesos y estructuras en el contenido general del trabajo.
El capítulo 11 versa sobre el valor de uso y el valor de cambio. Los dos anexos
finales son también: muy interesante, uno, “la extinción de las ciencias sociales”, y
muy útil, el otro: “Algunas definiciones”
2. Hegel y Marx: sus imágenes de la historia.
Siempre que se estudia parcial o íntegramente la obra de Marx, parece obligado hacer
referencias a la influencia que Hegel ejerció en él. Marx conservó la estructura de la
concepción hegeliana y modificó, sin embargo, su contenido. Sustituyó la idea
hegeliana que evoluciona a través de la Historia, cada vez más autoconsciente, para
alcanzar así el espíritu la plena libertad por la lucha del hombre con su medio exterior
a fin de controlarlo mediante el conflicto del trabajo y alcanzar la plena emancipación
material al final de un largo proceso en el que la especie triunfará apoyada en el
esfuerzo de los individuos de todas las etapas de la historia previas al desenlace último.
En esta pugna histórica los seres humanos han de enfrentarse entre sí, divididos como
están en la sociedad de clases por intereses distintos y antagónicos. No importan, por
tanto, a Marx en la concepción de su teoría los elementos básicos hegelianos de los
fenómenos sociales, el pensamiento y la cultura, obras del espíritu e instrumentos de su
propia emancipación como conceptos de una filosofía idealista y burguesa. Estas
elaboraciones son para él productos reaccionarios de la inteligencia humana, que si
no están incardinadas en la existencia real de los hombres en nada contribuyen a su
progreso económico y social. Por otra parte, proyecta sobre la naturaleza material y
pasiva la actividad del hombre. Aquélla no es ya un principio que sólo acompaña al
espíritu, sino que se ve dominada y modelada por él en su búsqueda incansable de la
libertad. En la hora marxiana, los elementos naturales biológicos y geográficos
recobran su propia vigencia. En ellos se ubican los hombres constituidos en sociedad,
pero las relaciones humanas del hombre con la naturaleza, de la que también forma
parte, se transforman por la acción constante de los procesos de producción. La
filosofía de Hegel no elude las contingencias de la vida con sus graves consecuencias
encarnadas en males de la humanidad, pero la acción de su espíritu no incide realmente
allí donde se generan y desarrollan los problemas humanos. Estos quedan de alguna
manera aplazados hasta que el espíritu del hombre se conozca profundamente y sea
capaz de luchar en la indagación de este conocimiento. Para Marx, en cambio, lo que
domina a los hombres es el mundo con todo lo que ello supone de esclavitud y
explotación, y la solución a los problemas de la humanidad no es otra cosa que la
dominación de ese medio físico que la atenaza, y que es generalmente hostil cuando no
está moldeado y dominado por el hombre. La humanidad tendrá, por tanto, que
transitar conflictivamente por un camino plagado de vicisitudes, relaciones y procesos
generados consciente o inconscientemente como elementos constitutivos de lo que es
la historia para Marx. Con el concurso de los hombres, únicos seres capaces de
cambiar su situación, se podrá transformar el mundo, transformándose ellos al mismo
tiempo, utilizando sus capacidades para esta operación transformativa, y originando
nuevas necesidades Sólo así llegará la victoria sobre el capitalismo, que, aunque
vencido ha sido necesario, llevando el proceso de producción y la consiguiente
explotación hasta sus últimas consecuencias. De esta manera, los hombres del futuro
imaginado podrán ser libres. Es el proceso hegeliano materializado en la existencia real
humana, en el transcurso del tiempo. Mientras que el espíritu en Hegel necesita del
conocimiento de sí mismo para lograr la autoconciencia en la historia, en la teoría
marxiana, los hombres necesitan del tiempo y de la acción para someter a la
naturaleza.
Si analizamos comparativamente las distintas fases de desarrollo del espíritu hegeliano
y la evolución de los hombres en la historia marxiana, veremos con más claridad el
paralelismo estructural de ambas teorías y las diferencias de contenido. Para Marx, la
primera fase de la historia humana supone la acomodación del individuo a la
naturaleza, en un grupo social de iguales, sin clases, para el que trabaja el individuo.
Nos recuerda la situación del espíritu hegeliano indiferenciado con relación a la
naturaleza, enterrado en ella y desconocedor integral de su identidad.
Sin embargo, el avance de la producción y la tecnología, efectos del aumento de
población, provoca la quiebra de la acomodación, la ruptura con la naturaleza. La
historia empieza a ser sustituta de la naturaleza, pues se produce la alteración del
medio físico circundante. Se llega a producir más de lo que se necesita (excedente) y
esta circunstancia exige una clase social organizadora de la sociedad y de la
producción. Los hombres dejan de vivir uniformemente y de ser iguales. La sociedad
se fragmenta en clases enfrentadas entre sí y la comunidad o grupo se deshace como
colectivo cohesionado. En el capitalismo, la nueva forma económica y social de este
proceso, culminan los enfrentamientos entre el hombre y la naturaleza y el de los
hombres entre sí. Finalmente, la naturaleza queda totalmente conquistada y la historia
le da su nueva configuración.. Se ha llegado a la cima de la evolución técnica y de la
producción. ¿No nos recuerda este itinerario el proceso de autoconciencia en Hegel,
en el que el espíritu completa el conocimiento de sí mismo tras “despegar” de su
situación de acomodación natural del hombre?
Marx ve en la lejanía del tiempo futuro el advenimiento de un equilibrio total
incompatible ya, en este nuevo estado de la humanidad, con el esfuerzo denodado
previo realizado de generación en generación en el mundo del trabajo y la utilización
de la vida del otro en beneficio propio, que ya no son necesarios. No hará falta la
gracia de lo alto o el juicio imperativo de la voluntad kantiana para alcanzar el objetivo
de la total emancipación humana.. Será la saturación de medios y recursos los que
propiciarán la llegada del comunismo, la nueva forma económica y social, sin alterar
el principio del progreso materialista que sólo concibe la intervención de las fuerzas
productivas en desarrollo y en continua incidencia sobre las estructuras económicas.
Una vez más Marx ha transmutado el pensamiento idealista de Hegel, pues el espíritu
del mundo paciente y luchador en su “viaje” por las distintas formas culturales a lo
largo de la historia ha sido sustituido por unas fuerzas de producción en expansión que
agotan el proceso de desarrollo y propician el cambio de una formación social por
otra.
Marx ha concebido, por tanto, una profunda teoría de la historia más allá de las
visiones a las que no tenían acostumbrados los filósofos de esta disciplina. Ha sido
capaz de realizar una exhaustiva descripción del funcionamiento de la sociedad, sus
estructuras y de las funciones dinámicas de las fuerzas, relaciones y medios
económicos y sociales concurrentes.
Ahora bien, al final de esta modesta interpretación del paralelismo de ambos
imaginarios, el hegeliano y el marxiano, nos surgen algunas preguntas:
Una primera podría ser: si Marx estructuró los contenidos de su teoría en la
metafísica hegeliana, ¿hasta qué punto su interpretación, por muy científica que
fuera, no quedó mediatizada por una visión genial, pero discutible de la
evolución del pensamiento?
Una segunda cuestión: ¿No nos lleva la interpretación marxiana de la realidad a
un teleologismo al parecer excesivo?
También, una tercera: ¿Hasta qué punto podemos garantizar el resultado final del
proceso explicado por Marx sustentado en una tensión finalista de los
fenómenos sociales?
3. Una disección de la sociedad por sus elementos económicos
constitutivos.
En este apartado vamos a intentar sintetizar de la mano de G.Cohen las nociones
fundamentales sobre los elementos económicos y sociales que funcionan en la
sociedad capitalista y, a ser posible, dar una tímida interpretación desde las
definiciones, descripciones y doctrina que encierran los capítulos 2 al 4 inclusive de la
obra que comentamos.
En el capítulo segundo titulado: “La constitución de las fuerzas productivas, Cohen
define las fuerzas productivas, su relación con la estructura económica, las relaciones
de producción representativas y una lista de fuerzas productivas, describiéndolas y
analizándolas con cierto detenimiento.
Al definir lo que son fuerzas productivas, Cohen pone sumo cuidado en diferenciarlas
de la estructura económica. Se apoya en un texto de Marx del prólogo de 1859 a la
“Crítica de política económica”, cuando afirma que la “totalidad de estas relaciones
de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la
cual se alza un edificio jurídico y político...” No se dice que en la estructura económica
entre algún elemento más. Por consiguiente, esto hace afirmar a G. Cohen que las
fuerzas productivas no forman parte de la citada estructura.
Por tres razones no se puede realizar esta inclusión:
a) Para que las fuerzas productivas formaran parte de la estructura económica
tendrían que estar subsumidas en las relaciones de producción, pero tales fuerzas
no constituyen una relación, son más bien una propiedad de un objeto o en
términos de Marx un objeto que posee esa propiedad, un objeto que tiene
capacidad productiva. De esta manera, fuerzas de producción y capacidad
productiva son sinónimos con algunas matizaciones.
b) Funcionalmente las relaciones de producción dependen o se corresponden a un
tipo de fuerzas productivas en un momento de la historia. Ello supone la prioridad
de estas últimas en el proceso explicativo.
c) Según Marx, interpretado por Cohen, las relaciones de producción tienen carácter
económico, pero las fuerzas productivas no, porque están fuera de la estructura
económica. Esta aserción tan categórica podría extrañar a muchos teóricos del
marxismo, tildándola posiblemente de heterodoxa respecto al pensamiento más
genuino de Marx, pero Cohen la justifica considerando que sus detractores se
dejan llevar de tal error por el papel fundamental que las fuerzas productivas
juegan en la explicación científica del marxismo y el carácter básico que tienen en
la economía. Una cosa es la importancia de un elemento como éste para la vida
económica y otra que constituya una relación de objetos en la misma estructura
económica.
Para Marx, las fuerzas productivas son” la base material de toda organización
particular de la sociedad. Constituyen, pues la base del fundamento económico de
una sociedad.
3.1. Elementos constitutivos de las fuerzas productivas.
No es posible que al tratar la constitución de estas fuerzas, obviemos el papel que
las personas pueden cumplir en la vida económica y social y la naturaleza activa
que le asignamos en nuestra cultura y sociedad occidentales, desde el calificativo
de sujeto cognoscente en la filosofía ilustrada a sujeto agente de las
transformaciones sociales. En el marxismo clásico el individuo queda incluido en
la clase social como ser anónimo, al que se le pide su esfuerzo y transformación,
pero en función de la evolución de la sociedad, sin ser consciente, en muchas
ocasiones de los procesos históricos. En la enumeración que Cohen realiza de los
elementos que forman parte de las fuerzas productivas, aparecen las cualidades
propiamente humanas: la fortaleza, la habilidad, el conocimiento, la creatividad y
otras, como “facultades productivas” de los “agentes productores”. Pero,
¿quiénes son esos agentes productores? Se supone que las personas, las que hacen
accionar una máquina, las que cultivan el campo o arrancan el mineral en una
mina. Son sujetos operativos de las acciones que realizan, no obstante, en las
relaciones de producción son uno de los términos de tales relaciones, el otro, lo
son las fuerzas productivas2 •. A mi modesto entender influido por reminiscencias
metafísicas, se da aquí una disociación muy rigurosa entre el sujeto portador de
tales facultades productivas asimiladas como fuerza de trabajo y estas últimas
como cualidades humanas que se transforman en productivas. Sin embargo,
reestructurar algo tan elaborado como las fuerzas productivas en el pensamiento
marxista puede ser una ardua tarea para un principiante. Por esta razón, es
conveniente apuntar sólo dos ideas que pueden desbrozar levemente las
dificultades que presenta la cuestión planteada:
1) G. Cohen deja claro que el ser humano no puede ser una fuerza productiva,
salvo que sea una propiedad física sin voluntad ni intencionalidad propias. Pone
el ejemplo terrorífico de los nazis que utilizaron a los presos como materia
prima para pantallas o en otros nauseabundos menesteres, añadiríamos
nosotros.
2) La dificultad de interpretación que suponen algunos textos de Marx y la
despersonalización de los individuos en determinados regímenes comunistas
han tenido en la historia de las naciones y de las ideas políticas y económicas
una llamativa e injusta correspondencia: la consideración del trabajador como
fuerza de trabajo por la práctica económica del capitalismo neoliberal. Se
convierte así el obrero en una fuerza productiva más, al que se le paga un
salario en función de la escala social en la que se encuentre, de su rentabilidad
para el sistema y de su capacidad como consumidor con un determinado poder
adquisitivo en el mercado.
2
Carlos Pereyra ha tratado exhaustivamente el problema de los agentes sociales en el marxismo y la
significación de la expresión: ”los hombres hacen la historia”. Critica el idealismo que prescinde en la
explicación histórica del hombre real. También rechaza el peso concedido a las decisiones subjetivas,
considerándolo el principal obstáculo epistemológico que traba el desarrollo de la ciencia de la historia.
El sujeto de la Historia, Alianza Editorial.
En su catálogo de fuerzas productivas, Cohen enuncia como fuerza de trabajo
aquellas que por su relación con el individuo son las más humanas, y que hemos
mencionado más arriba, al especificar la dicotomía que la descripción marxista
establece de las personas o individuos, por un lado, como uno de los elementos de
las relaciones sociales y, por otro, el conocimiento y las habilidades del hombre,
elementos constitutivos de las fuerzas de producción, y que se significan con el
término de “fuerza de trabajo”.El conocimiento es de gran importancia para el
proceso de transformación de estructuras que preconiza el marxismo, no porque
se integre en la economía como elemento genuino de ella, sino porque, en una
proporción considerable, el desarrollo del conocimiento es el desenvolvimiento de
las fuerzas productivas. El conocimiento, aquél que supone el progreso del
hombre en la historia, configura la realidad al dar la información y capacidad
operativa del uso de los instrumentos de trabajo y de los procesos que permiten la
modificación de los objetos y materiales en materia prima. Por esta razón, la
fuerza de trabajo ha de subsumirse en las fuerzas de producción, cuyo centro de
desarrollo es el desarrollo de aquella.
Al estar estrechamente conectados en la producción fuerza de trabajo y el trabajo
en sí mismo, denominado también actividad laboral, puede dar lugar a confusión
y considerar la opinión general que el trabajo es una fuerza productiva. Para Marx
es capital diferenciar los dos conceptos, pues de esta operación depende que
consideremos el trabajo como una actividad que tiene valor o no. Pero, si se opta
por darle valor en sí, ¿por qué, entonces, el trabajador recibe menos valor por esta
actividad del que ella misma produce, cuando verdaderamente sólo se
intercambian entre sí las mercancías que tienen igual valor?, se pregunta Marx.
La conclusión es que sólo tiene valor aquello que se posee-la fuerza de trabajo- y
no lo que se hace-el trabajo-. El trabajo es pues un producto que sale de las manos
y de la inteligencia del trabajador por el que se paga más o menos en función de
los intereses del mercado.
Los medios de producción, que incluye aquí los instrumentos de producción y las
materias primas, forman parte también de la lista que Cohen elabora sobre la
constitución de las fuerzas productivas. Presentan una naturaleza inerte, como las
facultades productivas o fuerzas de trabajo aisladas de sus sujetos operativos, los
seres humanos. Necesitan de ellos para ser moldeados, manipulados
(instrumentos y materias primas), generadas, “usadas” y “cultivadas para...”
(fuerzas productivas) Sin embargo, más adelante, Cohen matiza alguna diferencia
con el pensamiento de Marx en lo que se refiere a los conceptos de “medios de
producción” y “fuerza productiva”. Para el primero se puede hacer una distinción
bien determinada entre ambos conceptos, mientras que Marx es más ambiguo y
suele permutarlos en algunos textos. Pero no sólo en estos conceptos difiere
Cohen de Marx, sino también en la precisión de la aplicación del término
“materia prima”. Mientras que este último la emplea cuándo ha sido modificada o
filtrada por un trabajo anterior, distinguiéndola del objeto de trabajo de ciertas
industrias como la minería, en la que el mineral de hierro no funciona como
materia prima, G. Cohen considera insuficiente la condición marxiana de que un
material pase previamente por un filtro para que pueda considerarse materia
prima, tal es el caso del mineral de hierro citado que tampoco lo es para el trabajo
del transportista que lo lleva a la fábrica para su elaboración, a pesar de haber
pasado por el filtro de la extracción en la mina. Marx, según Cohen, se equivoca
al dar una explicación funcional a la aplicación de este término, Lo difícil de
interpretar es para nuestro autor del libro que comentamos, el considerar como
objeto de producción trasladar algo de un lugar a otro, por lo que habría que
considerar lo que se cambia como materia prima y, por tanto, como medio de
producción.
Conforme avanza en su desarrollo, Cohen va ampliando la relación de fuerzas
productivas, haciendo una descripción pormenorizada de los distintos medios de
producción. Sería farragoso seguir aquí rigurosamente la exhaustiva
argumentación del autor, además de exceder el objetivo de este trabajo, pero sí
nos atrevemos a enumerar algunos criterios que Cohen utiliza para hacer su
clasificación de fuerzas productivas y los rasgos distintivos que la formalizan..
1º) La determinación del proceso de producción es cambiar la materia prima y
no los materiales instrumentales. He aquí la diferencia fundamental entre lo que
significan ambos términos.
2º) Los locales de fábricas y empresas son instrumentos de producción, porque
generalmente son utilizados con diferentes criterios de utilidad y su propiedad
representa una determinada posición en la estructura económica.
3º) Los espacios constituidos por parcelas, propiedades de tierras más o menos
extensas, en general, capacidad de terreno, sitio o lugar con un determinado
volumen. Como la propiedad de locales, la de un espacio determinado otorga
un cierto estatus económico- estructural, siendo, por tanto, una fuerza
productiva algo especial, pues, a juicio de Cohen, no es un instrumento de
producción ni materia prima.
4º) Los medios de subsistencia, en la medida que están orientados como
elementos de necesidad inmediata y directa respecto al proceso de producción,
han de considerarse medios de producción.
3.2. Las relaciones de producción
Ya hemos dicho anteriormente que las relaciones de producción forman parte
como elemento solitario de la estructura económica y que las personas y las
fuerzas productivas constituyen los dos términos de las relaciones de producción.
No obstante, es conveniente definir qué son estas relaciones tal como hace Cohen
en su libro.
Las relaciones de producción son los nexos que se establecen en función de la
propiedad en sus diversas posibilidades: propiedad de las fuerzas productivas por
personas, propiedad de personas por personas. Personas y medios de producción
son los puntos de las intersecciones de todas las relaciones de producción
representativas, así, se dan relaciones entre personas, con diferencias de conexión,
ya sean las personas propiedades o no de otras, o simplemente trabajador por
cuenta ajena obligado a entregar el producto de su trabajo a un señor, amo o
patrón. (Juan es el esclavo del Marqués). Hay relaciones que son estrictamente
entre personas (Luis arrienda su fuerza de trabajo a...) Otras relaciones pueden
adjudicarse al nexo entre personas y cosas, pues una persona puede ser, por
ejemplo, el propietario de otra o simplemente de una hacienda. Según el
desarrollo de la formación social analizada, podremos encontrar casos de
propiedad de personas como de fuerzas productivas. En todas las relaciones que
podamos establecer advertimos, por tanto, que no puede existir economía o
estructura económica sin personas ni fuerzas productivas, pero que ambos
términos de la relación social están excluidas de la estructura. En relación con
estas afirmaciones, el pensamiento de Marx es muy claro cuando considera que la
sociedad no está formada por individuos, sin por la suma de relaciones y
condiciones en que estos individuos están correspondientemente situados. El
elemento “individuo”no es sustancialmente nada sino un punto de interrelación
con otros de su misma naturaleza, excluido conceptual y económicamente de la
sociedad o grupo al que pertenece de forma existencial. Con los lógicos titubeos
del principiante, podría preguntar: ¿cuál es el papel que el moderno concepto de
persona jugaría hoy en el pensamiento de Marx? Nos parece legítima la pregunta,
si tenemos en cuenta la despersonalización a que determinados regímenes
políticos y sistemas ideológicos han llegado, no sólo el comunismo de estado, con
todas las defectuosas interpretaciones de Marx que se quieran, sino también en
las manifestaciones económicas del capitalismo que reducen a la persona a una
unidad de consumo, con capacidad de decisión para elegir en el estrecho campo
de la adquisición de bienes, pero sin posibilidad de modificar de alguna manera
la estructura económica en que vive2.
4. La complejidad de las relaciones de producción y la estructura
económica.
En los capítulos 1 y 2 de su obra, G.Cohen deja bien claro que las personas y las
fuerzas productivas no forman parte de la estructura económica, sólo las
relaciones productivas que se establecen entre los dos elementos anteriores
pueden constituir la economía de una sociedad. Por tanto, podemos definir la
estructura económica como el conjunto de las relaciones de producción y las
relaciones de producción como los nexos de poder real que se ejerce sobre las
personas y las fuerzas productivas y no la propiedad legal de los objetos o
bienes. A juicio de Cohen, es fácil y bastante socorrido en el pensamiento
marxista presentar las relaciones de producción como relaciones de propiedad,
pero como el mismo demuestra en un exhaustivo análisis no sucede que en la vida
real la correspondencia entre la propiedad de la fuerza de trabajo y la de los
medios de producción que se utilizan por las distintas clases y grupos sociales a lo
largo de la historia, sea verdaderamente biunívoca. Ello tiene una gran
importancia para determinar correctamente el concepto de proletario, sus
relaciones con la propiedad o no de los bienes de producción y las
compatibilidades posibles entre tal propiedad y la de su fuerza de trabajo. Creo
que no es conveniente por su prolijidad exponer todos los casos y matizaciones
que el autor de la “Teoría de la historia...” desarrolla en el capítulo tercero
2 A este respecto, es interesante leer lo que dice J. Francisco Álvarez en “Nuevas tendencias del
marxismo analítico”sobre lo que llama “vicios del razonamiento teleológico” de los economistas
neoclásicos y marxistas, en relación con la confianza de aquellos en las consecuencias de las conductas
individuales no coordinadas cuando éstas se producen en el ámbito del mercado.
dedicado a la estructura económica. Quizá basten unas ideas generales que
sinteticen brevemente su pensamiento, y que a continuación expongo:
1. La propiedad se puede ostentar en su totalidad, en partes de la misma, o en
fracciones de las partes que constituyen el todo. A pesar de la claridad de los
conceptos, Cohen advierte de ciertas ambigüedades en la delineación de
estas unidades tomadas aquí cualitativamente, pero que necesitan de la
concreción en el mundo empírico. En esta realidad surgen las dificultades en
unidades posibles y complejas para la división de determinados bienes u
objetos.
2. Hay compatibilidad en el hecho de que un productor tenga completamente
enajenada su fuerza de trabajo y ser, en cambio, propietario parcial de sus
medios de producción. Tal es el caso del productor que lleva la máquina al
taller donde trabaja para su patrón y cobra por el trabajo realizado, pero que
puede hacer luego lo que quiera con su máquina, incluso llevársela a su casa.
En realidad, está subordinado al capitalista porque la propiedad del
instrumento de trabajo no le permite vender por su cuenta y obtener
beneficios personales de los productos que elabora; al contrario, si aporta
la máquina de su propiedad es porque interesa al empresario que haga uso de
ella al mejorar los ingresos de éste. Puede ocurrir que, por cualquier
circunstancia adversa, el trabajador no tenga dinero para pagar los
materiales necesarios en su trabajo y, en consecuencia, el empresario le
pague un salario y no la compra del producto elaborado. Estamos, pues, en
este último caso, ante un ejemplo de propiedad”aparente” por parte del
productor.
3. Un proletario puede ser propietario de algunos de los medios de producción
que utiliza, y, sin embargo, estar en peores condiciones económicas que
otros no propietarios, tal es el caso citado del operario que ha de ir con la
máquina de su propiedad a la fábrica, como condición para que el
empresario le dé trabajo. Es más si quiere vivir ha de subordinarse al
capitalista contratando su propiedad para su uso personal, ganándose a
cambio el sustento.
4. De aquí se deduce que un proletario ha de vender su fuerza de trabajo,
subordinándose a un capitalista, mediante un contrato que le permite a
cambio ganarse la vida. La propiedad parcial de los bienes de producción no
es aquí determinante si el proletario no puede libremente hacer uso de ella,
circunstancia que exige siempre la subordinación al capitalista. El tener a
disposición la totalidad de la propiedad, salvo tenerla incautada o poder
disponer de los beneficios que renta, elimina la posibilidad de que tal
persona pueda ser un proletario.
5. Los proletarios ocupan una posición determinada en el ensamblaje de
relaciones de propiedad que se dan en la estructura económica de una
formación social. Esta situación los hace miembros de una clase, la clase
proletaria, trabajadora. Otras personas no proletarias, integradas en distintas
redes económicas son miembros de clases sociales diferentes según sus
posiciones en la estructura económica en la que estén determinados: clase
terrateniente, burguesa, etc.
6. Según se desprende de la definición anterior de clase, no podemos decir que
los individuos se integren en una clase como consecuencia de sus
experiencias compartidas, sentimientos e intereses comunes que los colocan
enfrente de otros individuos o clases con intereses opuestos. Según esta tesis,
los hombres pueden nacer en la posición que determina la formación de la
clase o integrarse voluntariamente en ella, siendo la conciencia de clase la
elaboración cultural de pertenencia, unidad y solidaridad que surge de forma
asistemática. Cohen rechaza la definición anterior considerando la posición
económica como criterio y excluyendo de aquella la cultura y la política, lo
que no es óbice para aceptar que la posición de clase condiciona
intensamente la conciencia, la cultura y la política. Se inclina pues nuestro
autor por una definición estructural de clase.
7. Aunque Cohen introduzca el concepto de “modos de producción” en este
capítulo dedicado a la estructura económica, considera que ésta y aquellos
son cosas distintas. El modo de producción es una forma de producir y no un
armazón de relaciones propio de la estructura.. Marx utilizaba “modos de
producción” de manera polivalente, dándole tres sentidos diferentes y
apelando al contexto:
1. El modo material. “Modo” es aquí sinónimo de técnica,
procedimiento y proceso, Es la manera en que los hombres trabajan
con sus fuerzas productivas, las formas distintas de especialización
y división del trabajo.
2. El modo social o de producción se refiere a las propiedades sociales
de producción, ya sea para el uso, en la que el artículo es consumido
directamente sin la mediación del mercado, ya sea producción para
el cambio, en la que los productos son intercambiados, sin que se le
asigne un valor especial e individualizado, salvo el que tiene en el
intercambio con otro. También en esta modalidad de producción
los productos pueden ser vendidos asignándoseles un precio en el
mercado. Distinta es la producción para el valor de cambio en la que
es determinante la voluntad del vendedor de obtener el máximo de
ganancia. Finalmente, esta modalidad puede concretarse en dos
prácticas diferentes: una, la del valor de cambio máximo que
favorece la acumulación de capital y la que no lo favorece.
3. El modo mixto es una combinación de los otros dos.
8. No quedaría completa esta relación de conceptos que se refieren a realidades y
aspectos de la vida económica de una formación social, sin tener en cuenta las
interrelaciones que se producen de hecho entre una economía, una estructura
económica y una formación social en cualquier sociedad, y que Cohen
determina con indefinidos por considerar que se trata de realidades que se dan
en todas las sociedades y que están sometidas a unas leyes de cambio
económico. De acuerdo con las interrelaciones posibles, podemos distinguir:
8.1. Cambios en la economía sin cambios en la estructura. De acuerdo con esta
correlación específica, podemos afirmar la existencia de modificaciones
internas en la economía, mientras se den las mismas relaciones en el entramado
de la economía. Podrán cambiar las personas- relevos, defunciones,
jubilaciones, cambios de profesión, etc., pues sus nombres no son relevantes
para la estructura económica, si se siguen manteniendo las mismas relaciones
en el sistema.
8.2. Cambios en la estructura económica sin cambios en el tipo de estructura
económica. Un tipo de estructura económica puede mantenerse tal cual es (v.
gr: la relación de servidumbre), aunque cambie la estructura económica, al
modificarse las posiciones concretas de los individuos en la estructura, más que
el aumento o disminución del número de individuos en esa situación, salvo,
pienso, que la reducción sea tan acusada que haga irrelevante el tipo de
estructura.
4. La primacía de las fuerzas productivas y el capitalismo.
G. Cohen mantiene la atribución marxiana de una primacía explicativa a las fuerzas
productivas. Con respecto a las relaciones de producción, cuya tesis es que la
naturaleza de un conjunto de estas relaciones se explica por el nivel de desarrollo de
las fuerzas productivas. Hay, además una segunda tesis, en la que se enuncia que las
fuerzas productivas tienden a desarrollarse en el transcurso de la historia(tesis de
desarrollo) . Para el marxismo, la sociedad presenta una tendencia universal al
progreso o evolución, ya que desarrollarse es un proceso inherente a la naturaleza de
las fuerzas productivas. Aunque normalmente tales fuerzas evolucionan
progresivamente en la historia, se dan también retrocesos, muy raros según el
marxismo, salvo en casos de catástrofes naturales o decadencia histórica como la del
Imperio Romano, cuya debilidad interna le llevó a perder la fuerza imperial de
cohesión exterior y la desarticulación de las vías de comunicación, al faltar una
autoridad que velara por su conservación. Normalmente, a una determinadas
relaciones de producción corresponden unas fuerzas productivas en un determinado
proceso de evolución. En otras palabras, ha de haber adecuación entre las relaciones
y las fuerzas, por lo que sería impensable la correspondencia de una sistema de
producción esclavista y una tecnología avanzada.
En un momento histórico de su desarrollo, las fuerzas productivas sufren “las
ataduras” de unas relaciones productivas no adecuadas, porque a imagen del
paradigma kunhiano no totalmente correspondiente, pues hay que salvar
determinadas distancias conceptuales y epistemológicas, se ha producido la crisis,
una fuerte contradicción entre los dos términos de la estructura económica,
protagonizada por el dinamismo de las fuerzas en el ámbito donde se desenvolvían,
poniendo en movimiento los cimientos de la sociedad normal.. El desajuste y
contradicción entre ambos extremos de la estructura provocan un tiempo de
revolución social, dando lugar a un cambio de estructura económica.
Todo este esquema de conexión entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción está transido, consecuentemente, por la historia, un proceso diácronico
y relativo en el que el despliegue de las primeras se interrelaciona con cambios en las
segundas,
Sin embargo, así como en el mundo de las ciencias naturales existen puntos críticos
representados por valores concretos, no los hay en la cuantificación del grado de
desarrollo de las fuerzas, necesario para que se produzca un cambio en las relaciones
que las abarcan. Se entiende que hay un determinado grado de desarrollo que es
suficiente para producir el cambio que lleva a la superación de las relaciones
coexistentes con tales fuerzas.
Cohen transcribe del Prólogo escrito por Marx en 1859 varios párrafos numerados
por él mismo a fin de puntualizar con claridad el pensamiento de Marx, no sólo en
relación con el desarrollo del proceso económico, sino también para demostrar que
éste afirmaba la primacía de las fuerzas productivas en el cambio socioeconómico de
la humanidad. Cohen se ve en la obligación de dar argumentos a favor de esta tesis,
ante otras opiniones marxistas que en función de determinar el sujeto de la historia o
los agentes sociales promotores de los cambios ponen a la lucha de clase como motor
de las transformaciones económicas y sociales o a la clase obrera como protagonista
de la historia y detentadora de la conciencia de clase necesaria para provocar la
transformación de la sociedad en su camino al socialismo. Hay dos puntos en esta
relación de párrafos de Marx, el 5 y el 6, que pueden dar una idea de la gradualidad
que éste da al proceso; así en el 5 se subraya la necesidad de un desarrollo completo
de todas las fuerzas productivas de una formación social(estructura económica o
conjunto de relaciones de producción) para que esta última pueda desaparecer.
También en el punto 6 se ve necesario que los gérmenes de las condiciones
materiales pertenecientes a las relaciones de producción nuevas aparezcan en la
antigua formación social. Como se puede observar, Marx pone sumo cuidado en
concebir la transformación para el cambio de la economía y la sociedad, añadiendo
a las exigencias matizadas anteriores una más; la condición de que la producción
capitalista elevara la productividad del trabajo a la altura que una revolución necesita
para triunfar. Sin embargo, como la pobreza resultante de la explotación del
trabajador por el capitalista no puede ser para Marx soporte alguno del socialismo
próspero y comunitario, éste pone sus esperanzas en la tecnología generada por el
capitalismo y base de la industrialización moderna. Lejos pues su idea de creer que el
advenimiento del socialismo podría realizarse en una sociedad agraria y más atrasada
tecnológicamente.
En el paso del capitalismo al socialismo, aquél representa la estructura económica del
máximo desarrollo, sacrificando en la medida que lo necesita y en la consecución de
sus objetivos, la vida y los derechos de los trabajadores, mediante la enajenación de
la fuerza de trabajo y la explotación. Sólo el capitalismo puede realizar esta labor, ya
que se ha llegado con él a una etapa del proceso productivo en el que se produce la
máxima generación posible del beneficio. Y en esta tarea histórica, necesaria para
producir el más alto índice de excedente que permita la estabilización igualitaria de
la sociedad y, por consiguiente, el acceso al socialismo tras la fase intermedia
denominada la dictadura del proletariado, es la burguesía la artífice más cualificada
por su preparación, capacidad de dominio y afán de enriquecimiento. Es ella como
clase capitalista la llamada a custodiar la cultura, a erigir, sobre las bases seguras del
desarrollo económico capitalista, la democracia. Pero todo el proceso se asienta
sobre las espaldas y la actividad laboral de los productores, desasistidos de los
elementos culturales necesarios para ser libres y desamparados material y
socialmente. Mientras el trabajador vive esclavo de sus necesidades, sin tiempo libre,
es necesario que otros, pertenecientes a la clase que detenta el poder vivan, a su vez,
ociosos, dedicados a las actividades artísticas y culturales, beneficiándose del
desarrollo humano. Esta etapa de la historia concluirá con la apropiación por los
obreros de todos estos bienes culturales a fin de que en la nueva sociedad socialista
sean transformados en riqueza y bienes comunes.
El marxismo dibuja, de esta manera, un proyecto teleológico optimista, además de
funcionalista. Delinea un futuro esperanzador para la clase obrera y el resto de los
hombres que se sometan al nuevo orden, no exento de sacrificios personales y
colectivos a lo largo de la historia.. Se materializa este optimismo en la necesidad de
crear el máximo excedente posible que asegure la transformación social y la
consolidación de la nueva sociedad. Sin embargo, ante esta utopía del progreso sin
límites, compartimos las reservas de G. Cohen sobre una confianza excesiva en los
recursos de la naturaleza y en que éstos puedan ser garantía o condición de la
liberación humana. Quizá tendríamos que ser más pesimistas de lo que nuestro
autor manifiesta ante la evolución de las condiciones naturales del planeta a la luz de
la experiencia y de los informes que organismos especializados vienen
ofreciéndonos. Las teorías desarrollistas capitalistas y marxistas están también
llamadas al fracaso si tenemos en cuenta la duda de Cohen a que este desarrollo
desmesurado pueda servir al hombre para romper las ataduras que le impone el
capitalismo. Todo lo contrario, el exagerado consumismo actual apoyado en la
insistencia machacona de una propaganda interesada en el ser humano como
comprador constante y, en muchas ocasiones, compulsivo, no lo hace más libre
cultural y socialmente. Lo aleja de las empresas liberadoras, que, entre luces y
sombras, dominaron en la modernidad y le ocupa buena parte de su precioso tiempo
en analizar, elegir y luego comprar toda clase de bienes de consumo. Nos
preguntamos un poco irónicamente: ¿podría el hartazgo y el aburrimiento causado
por el consumo desaforado llevarnos al socialismo?
Otra sombría realidad contrasta con la utopía marxista: en ningún sitio, por
desgracia, ha llegado a consolidarse el socialismo, a la vista de las experiencias
fallidas a lo largo del siglo veinte. Por esta razón preguntamos con curiosidad, sin
desvalorar la carga humana de este movimiento social e ideológico: ¿qué tipo de
socialismo reclama Cohen? ¿Sería aquél que sin ser capitalista, cosa difícil si no
atenemos a las exigencias del proceso de cambio marxiano, conjugara el binomio
justicia y libertad, tan difícil de conseguir no sólo en las realidades llamadas
socialistas del pasado siglo, sino también en el neocapitalismo liberal tan proclive a
la amplia libertad de mercado a costa de mantener importantes flecos de pobreza en
las dos terceras partes de la población mundial? ¿Estamos, pues, en un callejón sin
salida, tras malograrse las experiencias de tercera vía que también se intentaron?
Cohen nos da algunos apuntes del tipo de sociedad a la que la humanidad estaría
abocada tras el largo proceso de transformación en el capítulo dedicado al
fetichismo. Así la revolución socialista eliminaría la sobredimensión del valor de
cambio de las cosas, la superación del concepto de trabajo considerado como
mercancía. La hipóstasis del contenido de la actividad humana por la “forma social”
del capitalismo y la falsedad de que el anquilosamiento de tal actividad le es
característico sin especificar el sometimiento que el capital ejerce sobre el trabajo y
sus frutos.
A esta etapa de revolución le sucedería el comunismo liberador del contenido, cuya
energía se había atribuido el capitalismo mediante la “forma social”. Por ella, el
producto del trabajo en cuanto producto social viene a ser un valor de cambio, frente
al carácter natural, material intrínseco al trabajo como producto de uso. En el
comunismo la materia supera a la forma, liberando al trabajo y a lo individual de la
presión de la plusvalía y de lo social, neutralizando e invirtiendo de esta manera los
efectos del fetichismo
Los efectos económicos y sociales del comunismo muy interrelacionados entre sí no
se harán esperar, pues los individuos reivindicarán, en la nueva situación, el poder
que hasta ese momento no habían tenido. Desaparecerá el reino de lo social, de las
relaciones opresivas entre los hombres como consecuencia de los intereses
económicos de la clase dominante. El valor de cambio de las cosas que estructuraba
el mercado será sustituido por su valor de uso, natural y material. Eliminada esta
presión, se irán también con ella la lucha de clases y las necesidades propias de la
forma. El poder de los individuos, señores de una naturaleza transformada reinará
para siempre. El individuo históricamente ignorado por el marxismo, sacrificado en
el ámbito de la clase y de las relaciones productivas, aparecerá por fin liberado como
persona y detentador por los siglos de los siglos del poder que se le había negado en
la historia. Dilucidadas así las sombras y contradicciones de la historia, el individuo
alcanzará así la plena liberación. En el desenlace de este “viaje holístico” es obligado
que el marxismo rescate al individuo, a la persona, porque su sorprendente
anonimato en la historia no podrá mantenerse al comienzo de la nueva era, si como
verdaderamente pretende el marxismo es lograr la emancipación de los individuos.
Se les había negado el papel de sujeto de la historia al ser integrados en las
estructuras de clase como mudos y esforzados testigos de los distintos procesos de
evolución económica, y ahora, al fin, sobre la dominación de sucesivas generaciones,
la última podrá ver con sus propios ojos el resultado feliz de la empresa llevada a
cabo. Por consiguiente, del comentario personal, nos surgen algunas preguntas:
¿Hasta qué punto habría valido la pena sacrificar el destino de tantas personas
esperanzadas o no en el advenimiento de la “Tierra Prometida?” Y una vez en el
paraíso, por cuánto tiempo se podría mantener la situación de perfecta estabilidad
natural y material? ¿Es que la situación creada por el excedente obtenido y las
nuevas relaciones sociales establecidas podrían modificar también plenamente la
estructura moral de los individuos? ¿Son sólo la disputa por la acumulación de
riquezas y el poder económico las causas capitales de la corrupción moral y social de
la personas?
5. La necesidad de las clases
La relevancia del concepto clase para el marxismo hace que G. A. Cohen se
pregunte: ¿por qué son necesarias las clases?3 Pero, antes de dar respuesta a la
pregunta, sería conveniente destacar la importancia del concepto “clases” para
nuestro trabajo, ya que puede ayudarnos a esbozar el tipo de socialismo que se
anuncia en el pensamiento de Marx. Es interesante recordar, en este sentido, la
crítica que se hace en el “Manifiesto Comunista” a los distintos socialismos
conocidos por Marx y Engels hasta ese momento: el socialismo reaccionario en sus
versiones feudal, pequeño burgués,”verdadero” o alemán; el socialismo conservador
o burgués y el socialismo y comunismo crítico-utópico, este último, a juicio de
Marx, más prometedor en sus orígenes que en la aportación de sus sucesores
históricos.4 Esta consideración sobre las clases favorece nuestro conocimiento de las
distintas formas sociales de la historia y la posición que en ellas ocupan las clases
sociales analizadas diacrónicamente, ya sea una posición de hegemonía o
subordinación.5 Conforme se avanza en el estudio de las formas históricas de la
estructura económica: 1. sociedad precapitalista; 2. sociedad precapitalista de clases
3.capitalista y 4. posclasista, se advierte la sucesión de las distintas fases del
desarrollo productivo marcadas correspondientemente por el creciente aumento del
excedente, desde su inexistencia en los primeros tiempos de la historia, pasando por
una leve y moderada cantidad de excedente, hasta llegar a su existencia masiva. Esta
escala de doble entrada es metodológicamente clarificadora porque, con las
explicaciones pertinentes de Cohen, podemos precisar en ella que sólo en su cuarta
etapa de sociedad posclasista en la que se ha generado un excedente masivo, es
posible instaurar el socialismo, pues éste necesita una productividad muy elevada, a
fin de configurar una nueva sociedad en la que no haga falta trabajar constante y
esforzadamente(empleo intenso del tiempo y la energía) para alcanzar una vida
adecuadamente próspera y libre. No es suficiente, por tanto, para el cambio que se
vaticina la 3 etapa (sociedad capitalista con excedente moderadamente alto), ya que
se ha de evitar todo riesgo de involución por falta de la productividad necesaria. La
sustitución del capitalismo por el socialismo es una operación transformadora entre
el capitalismo necesario, activo y acumulador y el socialismo, pasivo, que no puede
promover el desarrollo productivo por sí mismo
En este tránsito pueden ocurrir crisis de todo tipo, contradicciones, convulsiones y
retrocesos, por lo que el desarrollo del proceso puede ser encarnizado, así cada crisis
que se sufre, según Marx, puede ser peor que la anterior. Sin embargo, a su juicio,
habrá un momento histórico en que el desarrollo de las fuerzas productivas dará al
traste con la estructura capitalista vigente en ese momento, superándose así toda
clase de desarreglos y convulsiones.
3 En discursos y declaraciones, los militantes del marxismo insisten en la importancia de las clases, pero
con distinta significación y atribuciones de funciones diferentes. Los mismos teóricos marxistas no se
ponen de acuerdo. Para Carlos Pereyra, la “clase obrera es el agente de la revolución anticapitalista (así
como la burguesía es el agente de la revolución capitalista )”, pág, 49.”El sujeto de la historia”. Alianza.
4 “Manifiesto Comunista”,capítulo3. En el cap, 4 “Actitud de los comunistas respecto de los distintos
partidos de oposición”, se expone brevemente la estrategia de los comunistas europeos, dejando ver sus
ideas y líneas de acción.
5 En su “Carta a Weydemeyer”, publicada como texto fragmentario( nº 7/pág 58), en “Marx”, Rafael
Jerez Mir; Ediciones del Oro, dice Marx que su aportación a la autonomía de las clases es “que la
existencia de clases está vinculada únicamente a fases particulares, históricas del desarrollo de la
producción”.
Podemos ahora contestar a la pregunta de Gerald Cohen: ¿por qué son necesarias las
clases?, y que hemos transcrito más arriba. Verdaderamente las clases son necesarias
para que se pueda producir el cambio de estructura económica capitalista a la de una
sociedad posclasista, más bien la opresión de una clase por otra. Cohen no acepta que
suponga también un cambio de orden social, porque, en su opinión, Marx no lo deja
claro en sus escritos, y él tampoco da una respuesta alternativa a la solución que
aporta Freud y que Cohen recoge aquí.
A mi modesto entender, resulta admirable el conocimiento que el famoso psiquiatra
tenía del alma humana cuando dice, sin evitar la exageración, que el hecho de que
sólo “mediante cierta coerción puedan ser mantenidas las instituciones culturales es
imputable a”...” la falta de amor al trabajo y la ineficacia de los argumentos contra
las pasiones” circunstancia, en su opinión, muy extendida entre los hombres. Para
Freud, los productores no pueden aceptar la suerte de privaciones y pesadas
obligaciones a las que se ven sometidos a lo largo de su vida laboral, esperando
histórica y globalmente a que su esfuerzo contribuya a beneficiar en un hipotético
futuro los intereses de la clase a la que pertenecen. Necesitan, por tanto, de la
coerción y vigilancia de otros que los obligue a trabajar. Engels tampoco profundiza
en la refutación de la opinión freudiana, aunque no la apoya, y se limita a considerar
la opresión como necesaria, derivada de la división de la sociedad en clases, a la vez
que ésta tiene su fundamento en la división del trabajo. Aparece pues la
subordinación de los obreros por los capitalistas como un efecto de la situación y no
como un instrumento dinámico al servicio de un cambio de orden social
6. La explicación funcional en el marxismo
Cohen defiende dos ideas en relación con la explicación funcional:1) Su importancia
argumentada en el capítulo 9 de la obra con un denso discurso filosófico aclaratorio de
enunciados funcionales, enunciados de beneficios, de la relación entre explicación de
consecuencia y explicación funcional, y la confirmación. 2) La indispensabilidad de
la explicación funcional para el materialismo histórico.
No vamos a tratar aquí los conceptos que Cohen explica profusa y operativamente en
el citado capítulo, sí, de forma indirecta si son necesarios para el comentario del
capítulo 10: “La explicación funcional en el marxismo”
Para demostrar que Marx utiliza un lenguaje funcional, aunque no explicite la
explicación correspondiente en su teoría, nuestro autor procede inductivamente
presentando expresiones explicativas pertenecientes al Prólogo de la “Crítica de la
economía” de Marx, transcribiendo de esta manera las oraciones seleccionadas:
• “Las relaciones de producción corresponden a las fuerzas productivas”.
• “La superestructura legal y política se alza sobre la base real”.
• “El proceso de vida social, política e intelectual está condicionado por el
modo de producción”.
• “La conciencia está determinada por la existencia social” .
La estructura de todas esta oraciones está compuesta por dos elementos, ejemplo: A
(las relaciones de producción; la conciencia) y B ( las fuerzas productivas; la existencia
social), interrelacionados por nexos semánticos como corresponde; está condicionado
por; se alza sobre y está determinada. La explicación de los segundos elementos se
realiza por los primeros. Por consiguiente, para Cohen, las explicaciones
fundamentales de Marx son funcionales. No obstante, tras el ropaje del lenguaje
funcional utilizado por Marx, subyace la capacidad causal de los fenómenos, aunque
en un orden menos relevante de la explicación.
En la explicación más pormenorizada de unos de los ejemplos, Cohen introduce la
partícula causal porque como respuesta a la fórmula: “¿Por qué se da el caso de que
p”, analizada en el capítulo anterior. He aquí la exposición literal de Cohen: “Por
consiguiente, decir que una estructura económica corresponde al nivel alcanzado por
las fuerzas productivas significa que la estructura proporciona el máximo margen
para un uso y desarrollo fructífero de las fuerzas y existe porque proporciona tal
margen” Esta exposición revela el carácter funcional de la proposición elegida, pues
responde a las condiciones que Cohen exige para una expresión de contenido
funcional: 1) Responder a la pregunta por qué y 2)Contestar efectivamente con un
argumento en el que se introduce porque.
...En otro texto, a modo de comentario a la Ley de los trabajadores de 1349, Marx
distingue entre el pretexto inmediato para la implantación de la ley, la peste negra, y la
verdadera causa. Así dice que “no es su causa”, porque la ley se había mantenido
vigente varios siglos, y critica a “los ingleses que gustan de tomar la primera
manifestación empírica de una cosa por su causa”. Con estos testimonios se refrenda
más explícitamente el discurso explicativo de Marx.
Si tenemos en cuenta algunas interpretaciones sobre el marxismo y la disparidad de
criterios al considerar ciertos conceptos fundamentales, no nos extrañarán las
objeciones de las diferentes escuelas marxistas a la explicación funcional, entre ellas la
de ser sospechosa y nada congruente con la ideología en que se inspiran estas
escuelas. G. Cohen nos presenta algunas de estas objeciones, y, entre ellas, las
dificultades para establecer una argumentación clara por las limitaciones inherentes al
tipo de explicación funcional. Su explicitación puede exigir un acertado uso del
lenguaje para no convertir la demostración en un vacío juego de palabras. Cohen nos
presenta aquí el siguiente argumento:
No se propone una explicación de una religión si se dice que
1) se requiere una religión para mantener el orden social. Sin
embargo, podría ser verdad que
2) la religión existe porque se requiere para mantener el orden social.
...Según Cohen el enunciado 2 puede ser verdadero, y si es verdadero no lo es
simplemente porque 1 sea verdadero. A mi modesto entender, lo que significa el texto
es que una cosa es la explicación del porqué de la religión y otra la causa encubierta de
la existencia de la religión en el ropaje del lenguaje funcional que no es otra, según el
significado del texto propuesto, que su necesidad para mantener el orden social.
Otra formulación más concreta expresa que no toda relación de fenómenos sucesivos
supone una relación causal: “El mero hecho de que t precede a s no garantiza que t
haya causado s, aunque podría ser verdad que t lo haya causado”. Se quiere dejar
claro que descubrir la función de una cosa no es necesariamente una explicación
funcional, por lo que muchos sociólogos se equivocan al no hacer esta distinción. Es
preciso, pues, no sólo identificar la función de un hecho o de un experimento, sino
explicar por qué tales acontecimientos se producen.
Otra objeción a la explicación funcional es el rechazo al funcionalismo con el que se
la relaciona. El marxismo tilda al funcionalismo de conservador por la visión uniforme
y estática que da de la estructura social como un todo cuyos componentes están
estrechamente interrelacionados en un cuerpo solidario de apoyo y refuerzo, a la vez
que apoyan y refuerzan la sociedad a la que pertenecen. El sentido estático y
organicista del concepto que el funcionalismo tiene de la sociedad, hace ver al
marxismo la imposibilidad de cambios muy necesarios para una sociedad dinámica, en
la que el nexo de un conjunto de fuerzas productivas y unas relaciones cambiantes
modifican históricamente las estructuras económicas de cada época. Es, por tanto,
comprensible el rechazo que el marxismo hace del funcionalismo.
Ciertamente, la explicación funcional es otra cosa. Para Cohen este tipo de
explicación presenta a simple vista de los fenómenos pruebas fehacientes de su
viabilidad a pesar de que no siempre sea posible realizar elaboraciones que los
expliquen más fundamentadamente. Por esta razón dice que “...las explicaciones
funcionales tienen validez y valor intelectual, aunque se diga que suscitan más
preguntas que respuestas”( pág, 316)-
Para una posible elaboración de determinadas formas de la explicación funcional,
Cohen aporta la denominada por él “elaboración deliberada de una explicación
funcional” consistente en la expresión de una idea correcta sobre un concreto hecho
social o económico que puede ser beneficioso, uniendo tal idea al deseo de obtener
beneficios como causa del crecimiento de la empresa o negocio, y aplica el ejemplo a
una industria cuya escala media de producción se amplía a causa de las economías que
provee la gran escala. Se darían en este ejemplo dos hechos conectados entre sí: 1) la
gran escala produciría economías: 2) se incrementará de esta manera, el índice de
producción en la escala media como consecuencia del hecho 1. Se llama, por tanto,
“elaboración deliberada” porque se supone que los directivos de la industria objeto de
la aplicación conocerían el efecto o consecuencia del hecho antecedente de la
conexión, justificándose, entonces, el carácter explicativo del hecho funcional.
Nuestro autor expone un segundo tipo de elaboración de la explicación funcional, la
darwiniana, tomada del concepto de selección natural, propio de una ciencia, la
biología, en la que Cohen encuentra casos de adaptación irrefutables, frente a los que
presentan las ciencias sociales, mucho menos fiables. Por consiguiente, en la sociedad
capitalista y competitiva, entre los beneficios conocidos de la ampliación de la escala
citada, uno podría ser la supervivencia de la empresa.
Una tercera elaboración es llamada por Cohen lamarckiana, trasunto de la teoría de la
adaptación de Lamarck que postulaba la modificación de los órganos de los seres vivos
para adecuarse a las exigencias del medio.
Expone todavía una cuarta elaboración que denomina de autoengaño, porque el
hecho funcional es registrado por la mente de los agentes, pero sin una elaboración
deliberada, es decir, sin que éstos tengan conocimiento del hecho. Cohen la califica de
ilusa, pero de utilidad para el marxismo. No podemos olvidar que las personas en la
teoría marxista aparecen en conexión con las fuerzas productivas en el marco de las
relaciones de producción, disociadas, de una parte, como elementos inteligentes de la
relación, aunque no sean agentes del proceso, y, de otra, sus cualidades o habilidades
como fuerza de trabajo en el ámbito de las fuerzas productivas.
Por la forma peculiar de exponer el marxismo el análisis de acontecimientos
ideológicos y superestructurales , sus seguidores han sido acusados de “ver enemigos
por todas partes” o de creer en una “teoría de la conspiración”. Ciertamente, los
teóricos del marxismo, no sólo hacen predicciones del tipo de sociedad que ha de
alcanzar, de acuerdo con la evolución teleológica que los mecanismos económicos
imprimen a la sociedad, sino que apuntan temores y aventuran pronósticos sobre las
actuaciones hegemónicas de las clases dominantes y las alianzas que se ven obligadas
a realizar entre sí para mantener su poder. Para Cohen, si lo he interpretado bien, tal
“teoría de la conspiración” no es un relato que responda necesariamente en todo
tiempo y lugar a una conjura universal concertada, sino que las actuaciones de la clase
dominante y los acuerdos entre poderes forman parte de un proyecto de mayor alcance
que la denominada “teoría de la conspiración”. No es este proyecto el resultado de
asambleas o reuniones oficiales, sino la consecuencia de múltiples encuentros más o
menos oficiales en los que concurren intereses semejantes o complementarios como
base para la puesta en marcha de una política colectiva. Los largos tentáculos del
poder se extienden también a los individuos que pueden colaborar ideológicamente
con el sistema mediante un filtro de ideas provocado por un mecanismo darwiniano.
En el sistema coexisten, pues, niveles muy significativos de dureza competitiva y
explotadora con cierta ductilidad ante los acontecimientos externos que permiten su
supervivencia y desarrollo. Esta plasticidad lamarckiana, aplicada a la vida social, nos
revela, por ejemplo, la adaptación del liberalismo a los tiempos, mediante cambios, por
necesidades de renovación del sistema y no por una pretendida ambigüedad conceptual
que haya que adjudicar a este movimiento ideológico.
De este proceso de adaptación participa también el Estado que ha de velar por la
cohesión y la coordinación de los elementos que constituyen el sistema. Su tutela
puede ser la mejor garante de la obtención del máximo beneficio por parte de los
empresarios, a la vez que ha de hacer concesiones a las demandas de la clase obrera, en
bien de la salud del sistema, de la unidad de las fuerzas autoritarias y de sus apoyos
ideológicos y superestructurales. Se entiende que no es bueno “hacer rechinar la
maquinaria” por su excesivo uso, y las máquinas son los trabajadores que enferman y
mueren prematuramente por los rigores de la explotación. De aquí que Marx pensara
que el sistema debía verse obligado a limitar su explotación, no más allá de un cierto
límite, para asegurar su estabilidad.
...Por otra parte, y a la luz de este análisis, no podemos pensar que es sólo el límite de
la integridad física y psíquica de los trabajadores la que frena el tren de la opresión
capitalista, es también la presión de la clase dominada la que intensifica los cambios
en la clase dominante, aumentando a su vez la presión de los obreros como
consecuencia. Estamos, pues, ante la victoria de la economía política del trabajo sobre
la economía política de la propiedad.
No quisiera terminar este apartado sin destacar el impresionante esfuerzo de
interpretación y argumentación del marxismo realizado por G. Cohen desde la
explicación funcional. Creo que es un excelente esfuerzo en el campo de la filosofía
científica y social, aunque se pueda suponer la imposibilidad de predecir un futuro y
una sociedad perfecta a partir de mecanismos que, por muy bien aplicados que estén en
el campo de la teoría, no pueden abracar la complejidad de los seres humanos y de la
sociedad que constituyen.6
7 La extinción de las ciencias sociales.
No podemos terminar este trabajo sin comentar brevemente el papel que las ciencias
sociales juegan en el pensamiento de Marx y plantearnos si estas pueden tener un
hueco en la futura sociedad socialista. Cuando se lee el apéndice1 de la obra, se
advierte un antes y un después de la implantación del socialismo. En esa fase anterior,
que nosotros concretamos para abreviar en el capitalismo, aparecen diversificados
distintos elementos de la realidad, así la teoría se desarrolla autónomamente respecto a
la praxis. Esta se ve iluminada por aquella mediante elaboraciones intelectuales que
permiten configurar la realidad de alguna manera. Se da el caso de que algunos se
consagran a la teoría alcanzando altos niveles especulativos incluso sin contrastar sus
concepciones con la práctica. Es necesario también desde las clases dominantes
justificar el orden establecido en el conocimiento, la vida económica y la
superestructura, es decir, todas aquellas instituciones no económicas explicadas por la
naturaleza de la estructura económica. La ciencia económica capitalista desgrana una
serie de conceptos y leyes basados en el dinero, el mercado, el beneficio, la oferta y la
demanda...,.en definitiva una serie de elementos constitutivos de la realidad elaborada
que exigen ser interpretados para desvelar los entresijos de las operaciones financieras
. Se crea así un conocimiento teórico inaccesible para el pueblo sencillo incapaz de
seguir los argumentos por su dificultad técnica y el solapamiento de los intereses
económicos dominantes.
Sin embargo, en el socialismo o en el comunismo todas estas entidades referidas a la
realidad económica elaborada por las clases dominantes desaparecen; y con ellas, el
dinero que las preside y las operaciones que se realizan con su uso. De esta manera, el
socialismo se convierte en la sociedad de la unidad de la teoría de la práctica, pues ya
no hace falta que el ser humano pase una parte de su tiempo intentando comprenderse
a sí mismo como ocurre en el capitalismo, defectuoso y oscuro por naturaleza.. El
socialismo y el comunismo no necesitan aclarar los misterios que crean las dualidades
capitalistas. Por consiguiente, en un mundo de gran simplicidad y unidad teóricopráctica,
no son necesarias las ciencias sociales, al superarse las divisiones
socioeconómicas y la incomprensión que el hombre tenía de sí mismo. Igual suerte ha
6 En “Nuevas tendencias en el marxismo analítico”(páginas,57 y 58) de “Metodología de las ciencias
sociales”, J. Francisco Álvarez Álvarez destaca la importancia de los trabajos básicos de marxistas
analíticos, entre ellos, Cohen, para la filosofía de la ciencia y su buen estilo de explicación funcional en
esta filosofía.
de correr la filosofía, ya que para Marx los filósofos se han pasado el tiempo
interpretando el mundo cuando de lo que se trata es de transformarlo.
No podemos obviar, sin embargo, la pregunta definitiva ante tanta perfección y unidad
del ser: ¿Se puede llegar al nivel cero de conflicto, de dualidades, de relación teoríapraxis,
de intereses contrapuestos y del mismo conocimiento de la realidad sólo porque
el nadar en la abundancia y el reparto equitativo de los bienes haga del hombre un ser
de nueva planta? ¿No está el marxismo extrapolando al nivel de la materia la unicidad
de los místicos, el encuentro hegeliano del espíritu consigo mismo y la eterna
contemplación de los justos? ¿Puede el hombre, sin embargo, prescindir de utopías que
nos anuncian una nueva Arcadia, si, por otra parte, se espera alcanzarla tras un largo,
racional y esforzado proceso de transformación económica y social?
BIBLIOGRAFÍA
Alvarez Álvarez, J. F.(2002): “Nuevas tendencias en el marxismo analítico”
Metodología de las ciencias sociales. “Un punto de vista en la filosofía de las ciencias
sociales. Madrid. UNED.
Elster, J(1990): El cambio tecnológico. Barcelona. Gedisa
Jerez Mir, Rafael(1993): Marx (1818-1883) . Madrid, Biblioteca de Oro. Ediciones del
Orto.
Marx, Karl y Engels, F(2003): Manifiesto Comunista, Madrid. Ciencia política,
Alianza Editorial.
Pereyra Carlos(1984) El sujeto de la historia, Madrid, Alianza Editorial.
Ripalda, José M.(1999): “Marx” Historia de la Filosofía IV, Madrid. UNED

¿QUIÉN DEFIENDE LOS DERECHOS DE LAS VÍCTIMAS DEL SISTEMA?





“El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su
 Integridad”. (Benedicto XVI, Caritas in Veritate)
La Hermandad Obrera de Acción Católica-HOAC viene realizando en las distintas diócesis de Andalucía un Gesto Comunitario que visibilice la presencia de la Iglesia en el mundo obrero y en la vida pública. La campaña durará hasta el primer cuatrimestre de 2014 y finalizará en un acto central, preferentemente entre marzo o abril de ese año, en el que se recojan las opiniones de la ciudadanía sobre los actos realizados en las diócesis, el compromiso personal de los asistentes y una interpelación a los poderes  públicos ante la situación social y económica actual.
 El pasado jueves, día 29, la HOAC diocesana celebró el segundo encuentro de este Gesto con una eucaristía oficiada por  Eugenio Díaz Melero, párroco de Ntra. Sra. de la Inhiesta de Paterna, consiliario diocesano de la Pastoral Obrera, de la HOAC y promotor de la JOC en la Diócesis.
En la homilía, Eugenio destacó, al hilo del comentario del evangelio, la necesidad de solidaridad que las víctimas del sistema-- los pobres, desahuciados, desempleados hombres y mujeres en el trabajo precario, discapacitados y las familias empobrecidas-- tienen de la solidaridad cristiana y la urgencia de que entre todos levantemos nuestra voz en nombre de los que no la tienen.
Especialmente sentidas fueron las oraciones por los distintos colectivos con dificultades sociales y económicas. En un ambiente de esperanza y alegría, los asistentes nos deseamos y dimos la paz,  a pesar del momento de crisis en que vivimos, y recibimos el Pan eucarístico, presencia de Jesucristo en nuestros espíritus y compromisos.
Finalizada la eucaristía, los asistentes (militantes, representantes de Justicia y Paz, EPO, Comité “Óscar Romero” y de movimientos sociales) nos trasladamos a la Plaza de la Catedral para la realización del acto público, comunitario y de denuncia ante la situación de paro, pobreza y marginación, manifestando nuestra solidaridad con las víctimas de la crisis del sistema y   barrios olvidados. Ante una pancarta en la que se leía: “La PERSONA ES LO PRIMERO”, Francisco González, Presidente diocesano explicó el objetivo del Gesto y, a continuación, Inma Louzado, militante de la HOAC, leyó el comunicado elaborado al efecto. En él, la HOAC nos hacemos eco de la situación de Cádiz, Andalucía y España: calificamos de demoledoras las estadísticas de paro y el cierre de empresas. Para la HOAC el deterioro económico y social del país, en todos los niveles geográficos y políticos, es fruto de las políticas neoliberales aplicadas por los Gobiernos, agravado por las reformas laborales aprobadas en estos años, auténticas máquinas de destrucción de empleo.
Por otra parte, nos  escandalizan los recortes en servicios y ayudas sociales que contrastan  vivamente con las millonarias ayudas públicas a los bancos. ¿De qué perversa naturaleza es este sistema capitalista neoliberal-nos preguntamos- que permite, con la sumisa colaboración de los Gobiernos, a nivel mundial, inversiones militares por valor de 3000 mil millones de euros diarios y no se hace nada para evitar las 60.000 mil muertes por hambre?
  En nuestro comunicado nos congratulamos, además,   del despertar social del que estamos siendo testigos ante las injusticias que se vienen padeciendo, principalmente por los empobrecidos. Denunciamos  que no es ético y cristiano seguir en esta situación y pedimos a los poderes públicos que actúen en consecuencia recordando las palabras de Juan Pablo II en Toronto (1984):”…las necesidades de los pobres deben tener preferencias sobre los deseos de los ricos; los derechos de los trabajadores, sobre el incremento de los beneficios”.
 Al finalizar el acto nos trasladamos a la Plaza de San Juan de Dios, donde los trabajadores de las tres factorías de Navantia habían celebrado una manifestación en demanda de carga de trabajo, mostrándoles nuestra solidaridad en momentos tan difíciles para el sector industrial de la Bahía de Cádiz.
Francisco González Álvarez.
Presidente diocesano de la Hoac.