JESÚS Y JUDAS: EL DRAMA DE UNA TRAICIÓN.
La figura central del Evangelio es siempre Jesús, pero en determinados pasajes hay personajes que cobran protagonismo. Son los casos del evangelio de Juan 13, 21-33, 36-38, sobre el que reflexionamos ayer, y el de Mateo 26, 14-25, leído hoy. El protagonista que destaca en estos textos es Judas. cuyo comportamiento fue el detonante para finalizar un proceso de persecución y muerte a su Maestro. Jesús sabía que uno de sus discípulos lo iba a entregar y así lo anuncia en los dos evangelios citados: "Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar". Tuvo que sentir una gran amargura al saber que uno de sus amigos, que había compartido muchas horas de misión itinerante, de palabras y consejos y que, incluso, había comido de su mismo plato lo iba a entregar a sus enemigos.
Jesús revela el nombre del hermano traidor en la cena de despedida, porque tenía la profunda convicción de que su destino iba a ser la muerte, después de una cadena de enfrentamientos con los sacerdotes, letrados, ancianos y fariseos. Su reacción es "progresivamente agresiva en contra de las autoridades", cuyo poder y abuso no se cansa de denunciar (Cuadernos JC, 154,2008). Las autoridades también reaccionaron progresivamente, acusándole de comilón, borracho, amigo de publicanos y pecadores (Mt, 11.19); mago y endemoniado (Mc 3, 22-30); samaritano y loco( Jn 8, 48-49); perturbado mental (Mc 3,21), embaucador ( Mt 27,63), blasfemo (Mc 2,7; Mt26, 656-66), agitador político (Lc 23, 2-5), subversivo político ( Jn, 19, 12) y contado entre los delincuentes (Lc 22,37). Todos estos agravios representaban dos cosas: 1) Que Jesús tenía las horas contadas, porque su muerte era una muerte anunciada, ya que según los expertos se la había buscado por amor a la justicia del Reino de Dios, y 2) los mensajes de Jesús, sin ir directamente contra el orden constituido, subvertían ese orden, al poner a los pobres en el centro de las preocupaciones del Reino de Dios, frente a los poderes del estado teocrático judío, y ponían en entredicho muchas normas inútiles y gratuitas tendentes a asegurar la autoridad de los grupos dominantes de Israel.
En medio de este oscuro panorama de amenazas y conflictos, Jesús celebra su cena de despedida y da carta blanca a Judas a fin de que culmine su traición, el medio de que se valieron las autoridades para, desde dentro del grupo de discípulos de Jesús, pactar su entrega de forma silenciosa a fin de evitar posibles revueltas. Lo más penoso de gesto de Judas no es solo la traición sino el motivo de ella: el dinero. Hasta hace poco, la crítica creía que el móvil de Judas era de carácter político, pero eso ha sido difícil de comprobar; en cambio, el evangelio de Mateo 26 es muy claro respecto a la proposición del traidor a los sumos sacerdotes: "¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?" Por supuesto que hablaba de dinero.
Hoy, sabemos que el dinero mueve el mundo; que los poderosos no ceden un ápice para que los pobres y necesitados vivan mejor, porque la codicia está acuñada en el impulso vital de muchos corazones y Judas no fue menos.
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