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domingo, 16 de febrero de 2025

IGLESIA PERSEGUIDA EN BURKINA FASO: CON EL APOYO EXTERIOR, ESPERA SEGUIR EN LA LUCHA, Y NO SE RINDE.

 

 

    LA IGLESIA CATÓLICA ES PERSEGUIDA EN BURKINA FASO.

Ha caído en mis manos  el boletín "Ayuda a la Iglesia necesitada", dedicado a la Iglesia perseguida en Burkina Faso, país situado en África Occidental. El boletín  denuncia la violencia extrema en ese país: más del 40% del territorio está bajo el control de grupos armados yihadistas. Se calcula que unas tres mil personas han perdido la vida y dos millones están desplazadas de sus lugares  de origen. En esta situación tan dramática, la Iglesia es uno de los objetivos de los terroristas. Como muestra de la violencia denunciada, en 2019, hubo que lamentar un atentado a la parroquia de la localidad de Dablo, en el que perecieron el sacerdote Yampa Simeón   y cinco varones. Otras personas fueron secuestradas y algunas  quemadas. Finalmente, tras incendiar la iglesia, la banda de desalmados se dirigió al centro del pueblo, quemando y arrasando con violencia la localidad. El párroco, que por suerte para él, no estaba en la iglesia en el momento del asalto, recibió la noticia de lo ocurrido y tuvo que huir de la diócesis, porque los yihadistas estuvieron buscándolo para matarlo. ¿Hasta dónde puede llegar el odio religioso de las personas? Cuando la religión-sea la que sea- se convierte en arma arrojadiza es muy peligrosa y tremendamente dañina para el ser humano.

Para el autor del artículo, Burkina se encuentra en una "verdadera crisis humanitaria", en un contexto "apocalíptico". ¿Cuál es la respuesta de la Iglesia? Por supuesto, no tiene intención de esconderse y garantizar así su seguridad, sino acoger a las personas "más pobres y desvalidas" que acuden a ella, sin tener en cuenta las creencias de los asistidos.

Cuando se habla de "pobres y desvalidos" hay que tener en cuenta que muchas personas son obligadas a abandonar sus casas, incluso sus pueblos, quedándose  sin trabajo, comida, agua y dinero para adquirir los productos básicos que permitan  el sustento de las familias. Al carecer de medios de transporte, no se pueden llevar a los enfermos al hospital.

Una de las características más graves de los ataques yihadistas es que arrasan las tierras, se apoderan del ganado y arruinan a las familias. El boletín recoge el testimonio de una madre de ocho hijos, de Kadanga, que se ha quedado sin nada, pues ha perdido el ganado y no puede dedicarse al comercio como antes. Un padre de familia de la localidad de Pama se queja de que los terroristas arrasaron  una tierra de diez hectáreas que él trabajaba y le robaron el ganado. Califica su situación de desesperada; no hay alimentos ni suministros porque la ciudad está cercada, y la comunidad  padece una "precariedad alarmante".

En este caos social, económico y cívico en que se desenvuelve el país, como he dicho antes, la Iglesia no cede en su labor social y evangelizadora, fomentando valores de fraternidad, perdón y esperanza a personas que lo han perdido todo, las escuelas donde estudiaban, e incluso, a sus padres. Funciona una radio católica que difunde programas, dirigidos a favorecer la convivencia y la paz. Como en algunos lugares, hay personas que no saben leer y escribir, les viene muy bien escuchar la emisora, gracias a la palabra oral.

Otra preocupación de la Iglesia es que los jóvenes de las comunidades no caigan en manos de los violentos o se dejen llevar por sus principios.

Se complementan estas iniciativas con proyectos de ayuda humanitaria a personas y familias desplazadas; proyectos de educación y escolarización; de ayuda a catequistas y apoyo a sacerdotes, mediante medios que les permitan un mínimo de subsistencia.

Finalmente, los católicos y católicas hemos de reflexionar sobre la situación calamitosa en que se encuentran estas comunidades cristianas. Para ellos su última esperanza, ante un Gobierno impotente, que no hace nada. Su mensaje debería ser también un aldabonazo a las organizaciones laicas de derechos humanos y acogida de personas, que , entre sus denuncias y proyectos, no suelen tener en cuenta a las comunidades cristianas perseguidas o en gran precariedad; lo sé, porque soy socio de algunas de ellas.


domingo, 12 de enero de 2025

NETANYAHU, EL NUEVO HITLER.


Raquel lloraba desconsoladamente la muerte de sus hijos; hoy, Fátima  llora con la misma pena y desconsuelo, porque sus hijos ya no viven.

Leyendo y reflexionando  sobre el evangelio de los Reyes Magos, me surge la idea de que un nuevo Herodes, quizá más cruel, ha irrumpido en la historia: Netanyahu. Su maldad política le ha llevado a ser la causa de la muerte de más de 46.500 personas, miles de niños y niñas asesinados, más de cien mil desaparecidos, 1.057 profesionales médicos y de la salud palestinos muertos, 108.856 heridos, sin contar los desaparecidos, entre los que hay miles de niños y niñas de todas las edades. En este luctuoso balance hay que recordar que casi la totalidad de las estructuras sanitarias y educativas han sido destruidas y miles de gazatíes han perdido sus viviendas y propiedades.

 Herodes mandó matar a menores de dos años. Aún la crueldad del actual mandatario supera a la del su predecesor en la historia de Israel. Emula a Adolfo Hitler, el exterminador de judíos, pero también de gitanos, homosexuales, religiosos, comunistas y socialistas. El holocausto de judíos se puede comparar con el del pueblo palestino. El descendiente de víctimas se ha convertido en victimario.

 Sobre nuestras conciencias recae está pesada losa, y cada cual es responsable en la medida en que calla y justifica el genocidio propiciado por el despiadado ejército israelí, digno por su crueldad y sangre fría de un jefe y su gobierno dispuestos a hacer desaparecer al pueblo palestino. Otra mano culpable es la de Biden, el presidente católico de una potencia imperialista, EEUU, juez y verdugo en muchas zonas del planeta, que sigue enviando armas y aviones para que bombardeen la martirizada Gaza. 

Mientras, el resto del mundo permanece en silencio viendo como Belén, tan celebrada hoy por el nacimiento de un niño entrañable para millones de personas, ha sido destruida hasta sus  últimos cimientos, junto a otras poblaciones hermanas de un pueblo, el palestino, al que no se le ha hecho justicia. Raquel lloraba sin consuelo porque sus hijos estaban muertos; hoy, Fátima llora con la misma pena, el sufrimiento que corroe las entrañas de todas las madres de la historia de este mundo que lloran desconsoladamente porque sus hijos ya no viven.