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martes, 2 de diciembre de 2008

FAMILIA Y TRABAJO

FAMILIA Y TRABAJO. Nuestra sociedad ofrece un conjunto de posibilidades para que las personas y las familias puedan vivir dignamente. Sin embargo, se dan también en ella numerosas deficiencias, tales como el paro, la precariedad, los salarios bajos y variables, el aumento de las familias endeudadas, la angustia y ansiedad que producen los contratos basura, la separación familiar por causa del trabajo, la disparidad de horarios laborales de sus miembros y las dificultades económicas para acceder a una vivienda digna. Todo ello pone en peligro las relaciones humanas, el arraigo cultural, la autonomía personal y la seguridad económica familiar. Se ha constituido así una forma de organizar el trabajo que ignora la diversidad de cada persona y de sus familias, presuponiendo que todos los seres humanos somos homogéneos y que las circunstancias que concurren en la vida de cada uno – embarazos, maternidad, paternidad, necesidades económicas, sociales y culturales- son iguales a la de los demás. Consecuencia de esta concepción del sistema económico es que cada vez más empresas ponen dificultades a que se incorporen a su puesto de trabajo a mujeres embarazadas o que han tenido un hijo. No se tiene en cuenta por parte de los empleadores que, cuando se contrata a un trabajador o trabajadora, en realidad, se está haciendo lo mismo con su familia. Este hecho no ha sido visible hasta que la mujer se ha incorporado al trabajo asalariado, tras muchos años de trabajo oculto en casa. La organización laboral capitalista supone además que la vida de la persona que trabaja se compone de un solo tiempo y que todos los demás tiempos de dedicación personal, familiar o social han de ignorarse o deben ser sacrificados al tiempo de trabajo. Por otra parte, la propaganda incita a la familia a comprar permanentemente durante el tiempo de ocio y a consumir en abundancia, por lo que esta institución va quedando cada vez más reducida a una unidad de producción y consumo. Para la concepción cristiana de la familia, ésta cumple unas funciones de sustento, cuidados a sus miembros, relación social, formación cultural y en la fe que son incompatibles con la reducción económica a que el capitalismo la somete. La Doctrina Social de la Iglesia considera que el trabajo debe subordinarse a la persona y a la familia, siendo éste un derecho fundamental y condición para la existencia de una familia estable y equilibrada, que ha de estar abierta y comprometida con la realidad social. No son tolerables, por tanto, las situaciones de desempleo, precariedad y falta de calidad de vida que padecen muchos hombres y mujeres del trabajo en la Diócesis de Cádiz y Ceuta y de las que se hace eco nuestro Obispo diocesano en su reciente Carta Pastoral de 1º de Mayo. No obstante, la cruda realidad que describe en la Carta citada, D. Antonio Ceballos invita a los laicos a “comprometerse, en primera fila, a resolver los gravísimos problemas de la creciente desocupación”(Juan Pablo II) y a “ la oración confiada”, llamando a todos los diocesanos a la esperanza en Cristo Resucitado para seguir trabajando “sin desfallecer” en la lucha por la justicia en el mundo” y, más concretamente a favor de las familias pobres.

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