MI AMIGA LA PALMERA TESTIGO DE LA MANIFESTACIÓN DE LOS
COLECTIVOS DE NAVANTIA.
Hoy, mi amiga la Palmera ha sido testigo de la manifestación
de los trabajadores de plantilla y de contratas de Navantia. Allí estaba ella en medio de la aguerrida y
colorista marcha de manifestantes, que lucían sus uniformes de trabajo de
distintos colores, según los servicios y empresas auxiliares donde realizan su
actividad laboral. Es verdad que había algunas mujeres, de hecho, la presidenta
del comité de empresa es mujer y tiene un bonito nombre, Margarita; en un
colectivo tan masculinizado como es el sector del metal. Sin embargo, mi grácil
y esbelta palmera estaba también ahí, como una mujer más, aplaudiendo con el
ligero movimiento de sus ramas, impulsadas por la suavidad del viento reinante,
y despidiendo a los manifestantes que, tras los furgones policiales, avanzaban
alertando con sus gritos, consignas y sirenas a un público bastante indiferente
a los graves problemas que aquejan a la Bahía de Cádiz.
Como un colectivo más
de nuestro escenario laboral y social gaditano, los trabajadores de la empresa
Navantia reclaman carga de trabajo, porque, al paso que van, los astilleros pueden
encontrarse en una total parálisis.
Situaciones como estas me causan una profunda desazón, porque
el mundo obrero y del trabajo ha de vivir siempre con la angustia a cuestas ante
un futuro incierto por la posible pérdida de puestos de trabajo si las cosas no
cambian. La realidad se dibuja de tal manera que parece que trabajar es un lujo
que depende de la generosidad de los empleadores, si las circunstancias
favorables dan empleo, o, en caso contrario, una “mala suerte” que deja
hipotecadas su vida, la actividad laboral y la estabilidad de su familia.
“Lujo”, “privilegio” o “mala suerte” son palabras que se utilizan para
calificar la situación del trabajador o trabajadora según las circunstancias.
Pero la verdad es que deberían oírse más, sobre todo en el sector empresarial y
político, palabras como “derecho”, “dignidad” y “necesidad”. El despido y el
paro consiguiente hacen pender de un hilo muy fino la seguridad económica y
social de cada persona trabajadora y de la familia que tiene detrás, de tal
manera que si este débil hilo se rompe, el destino es la pobreza y la exclusión
social.
Malos tiempos corren para todos; basta leer la noticia
reciente en los medios de comunicación sobre la encuesta realizada por el
Colegio de Economistas a 32 socios sobre la situación socioeconómica de Cádiz y
su provincia. Una mayoría muy representativa coincide en que se tardará dos
años en volver al nivel anterior a la crisis de la covid-19, que ya era para
muchos un grave motivo de preocupación. Y es precisamente en este momento tan
desolador, cuando los colectivos laborales de Navantia no tiene carga de
trabajo en su astillero.
Mientras la marcha iba dejando atrás la Avenida de las
Cortes, a la altura de la segunda glorieta, le preguntaba a mi amiga la
Palmera: ¿Qué será de estos trabajadores y esas pocas trabajadoras que los
acompañan? ¿Superarán la falta de trabajo gracias a gestiones inteligentes de
empresarios y políticos, o tendrán que seguir luchando por su pan y el de sus
familiares?
Les deseo suerte y solidaridad.
Cádiz, 29 de agosto 2020.
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