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domingo, 5 de julio de 2020

MI PALMERA HA IDO A LA PELUQUERÍA- DESDE MI VENTANA.

                 MI   PALMERA   HA   IDO A LA PELUQUERÍA.

Miro por mi   ventana   y veo a mi vecina   la palmera   más esbelta   que en otras ocasiones. Por fin ha sido podada como al resto de   sus   compañeras   de   alrededor.


Ha perdido su frondosa cabellera, repleta de ramas verdes antes de la poda, pero también   otras que habían dejado de lucir su verdor a causa   del profuso sol de temporada.


Me da alegría verla tan alta y grácil, como si presidiera el trasiego de esta avenida de Las Cortes, convertida   en   miniautopista por el continuo transitar de vehículos que acceden, a veces sin limitación de velocidad, por el puente nuevo al centro urbano y puerto de Cádiz.


Detrás de la palmera, a modo de decorado, luce su   blancura, alterada por el azul   de   sus ventanas, la   Casa de las Cortes. Nuestra palmera   domina la situación, pues es tan alta como el edificio que le sirve de fondo.


Un ligero viento mueve sus ramas y las   del   resto de sus hermanas que la acompañan en la   avenida, creando una realidad en las alturas que nada tiene que ver con el transitar de personas y de vehículos   que circulan a ras del suelo.


Esa dualidad de realidades   me hace pensar que en la vida es necesario mirar también hacia arriba,  observar la copa de los árboles, el azul del cielo,  las nubes que se desplazan lentamente,  y  el vuelo de los pájaros. Solo así se abrirá nuestra vista a otros espacios y nuestro corazón a la sensibilidad que suscita en nosotros la naturaleza. Finalmente, la razón podrá captar y contemplar la realidad de nuestro pequeño mundo, no solo de tejas para abajo, sin también en las alturas, donde el espíritu se ensancha, la vista abarca nuevos horizontes y se aspira un halo de libertad sin límites.

   

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