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sábado, 22 de agosto de 2020

DESDE MI VENTANA: LA QUIETUD DE MI VECINA LA PALMERA Y LA ACTUALIDAD

 

DESDE MI VENTANA.

LA QUIETU DE MI VECINA LA PALMERA.

Hoy, mi vecina la palmera ha amanecido absolutamente quieta en medio de un conjunto luminoso originado por el sol radiante que domina la escena, y que contemplo desde mi ventana.

Me resulta sorprendente la quietud de este Cádiz de mis vientos. Sé que alguien me diría que posiblemente estamos en levante en calma o que va a saltar con fuerza. Solo sé que hace calor en estas primeras horas de la mañana. En la Casa de las Artes se dibuja una sombra de forma casi geométrica que alterna con la superficie soleada del edificio.

Mientras observo y reflexiono, mi vecina la palmera sigue ahora en su aparente reposo, con ligerísimos movimientos, apenas perceptibles, de sus ramas colgantes. Se respira una paz que es la que deseo para mi alma, tan agitada por continuas noticias de naturaleza negativa, que martillean mi cabeza: subida de la curva de rebrotes del covid-19, acompañados de actos, a veces, vandálicos, cometidos por irresponsables, que, por sus actitudes y comportamientos, parecen más seres descerebrados que racionales. Todavía me llega el eco de las tres mil personas que se manifestaron en la Plaza de Colón, dirigidas por líderes de pacotilla que creen que el virus se transmite por ondas electromagnéticas; unos protestan con un sentimiento naturalista contra las vacunas; otros  ocultan su ideas fascistas bajo el rimbombante nombre de su partido: “resistencia democrática” y denuncian una pretendida  falta de libertad por tener que cumplir con normas establecidas por el Gobierno para preservar la salud ciudadana frente al coronavirus, como por ejemplo, el uso de las mascarillas. Incumplieron todas las normas, se jactaron de ello y algunos profanos de la medicina tuvieron la desfachatez de explicar a voces sus demenciales teorías pseudomédicas.

Alguien cercano está escuchando en la radio la tertulia de la mañana de una importante emisora. Los tertulianos comentan   las andanzas amorosas y financieras del rey emérito, entre la preocupación de que tales andanzas puedan perjudicar a la institución monárquica y la indefendible postura de que Juan Carlos no ha sido imputado. ¡Cómo si hubiese habido la posibilidad de imputación ante el muro de la inviolabilidad del monarca que lo ha blindado desde el principio de su reinado y el silencio de los sucesivos gobiernos que han preferido mirar a otro lado! Me indigna que algunos quieran que comulguemos con ruedas de molino.

¡Qué lentitud de la justicia en este asunto del rey emérito y  qué diligencia  de la Fiscalía  para investigar a Podemos por indicios y rumores de su exabogado! Es verdad que lo que sea sonará, porque hay que esperar al dictamen de la justicia, que según algunas informaciones, se sabrá en noviembre. Pero le ha faltado tiempo a la oposición de derechas, muy “ofendida” por las presuntas irregularidades en las cuentas de Podemos, para pedir la dimisión de Pablo Iglesias y su equipo, a fin de provocar una crisis de gobierno. Esta cínica   actitud me trae a la memoria el dicho de Jesús en el evangelio: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?” (Lucas, 6, 41).

 Mi familiar me comenta indignado todo esto que ha oído en las noticias y mi indignación sube también de tono. ¿Dónde queda ya la paz interior que me inspiraba la quietud de la palmera y sus compañeras? Para que nada falte, sigue el tintineo del móvil que anuncia, desde las claras del día, un mensaje tras otro, la cadena de envíos de noticias, sobre todo de quienes transmiten una pesada y exhaustiva información de lo que ocurre a nuestro alrededor y en el resto del mundo.

Miro a mi vecina la palmera y me digo: ¡Qué difícil es mantener la paz interior en esta sociedad histérica y muchas veces injusta, que nos obliga a prestar continua atención a los acontecimientos sin darnos tiempo a un serio discernimiento!

Finalmente, respiro profundamente y siento una reconfortante tranquilidad, antes de volver a la actividad del día, como la que tuve al principio de mi reflexión al ver la inmovilidad de mi vecina la palmera.

 

 

 

 

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