DESDE MI VENTANA.
LA QUIETU DE MI VECINA LA PALMERA.
Hoy, mi vecina la palmera ha amanecido absolutamente quieta
en medio de un conjunto luminoso originado por el sol radiante que domina la
escena, y que contemplo desde mi ventana.
Me resulta sorprendente la quietud de este Cádiz de mis
vientos. Sé que alguien me diría que posiblemente estamos en levante en calma o
que va a saltar con fuerza. Solo sé que hace calor en estas primeras horas de
la mañana. En la Casa de las Artes se dibuja una sombra de forma casi
geométrica que alterna con la superficie soleada del edificio.
Mientras observo y reflexiono, mi vecina la palmera sigue
ahora en su aparente reposo, con ligerísimos movimientos, apenas perceptibles,
de sus ramas colgantes. Se respira una paz que es la que deseo para mi alma,
tan agitada por continuas noticias de naturaleza negativa, que martillean mi
cabeza: subida de la curva de rebrotes del covid-19, acompañados de actos, a
veces, vandálicos, cometidos por irresponsables, que, por sus actitudes y
comportamientos, parecen más seres descerebrados que racionales. Todavía me
llega el eco de las tres mil personas que se manifestaron en la Plaza de Colón,
dirigidas por líderes de pacotilla que creen que el virus se transmite por
ondas electromagnéticas; unos protestan con un sentimiento naturalista contra
las vacunas; otros ocultan su ideas
fascistas bajo el rimbombante nombre de su partido: “resistencia democrática” y
denuncian una pretendida falta de
libertad por tener que cumplir con normas establecidas por el Gobierno para
preservar la salud ciudadana frente al coronavirus, como por ejemplo, el uso de
las mascarillas. Incumplieron todas las normas, se jactaron de ello y algunos
profanos de la medicina tuvieron la desfachatez de explicar a voces sus
demenciales teorías pseudomédicas.
Alguien cercano está escuchando en la radio la tertulia de la
mañana de una importante emisora. Los tertulianos comentan las andanzas amorosas y financieras del rey
emérito, entre la preocupación de que tales andanzas puedan perjudicar a la
institución monárquica y la indefendible postura de que Juan Carlos no ha sido
imputado. ¡Cómo si hubiese habido la posibilidad de imputación ante el muro de
la inviolabilidad del monarca que lo ha blindado desde el principio de su
reinado y el silencio de los sucesivos gobiernos que han preferido mirar a otro
lado! Me indigna que algunos quieran que comulguemos con ruedas de molino.
¡Qué lentitud de la justicia en este asunto del rey emérito y
qué diligencia de la Fiscalía para investigar a Podemos por indicios y
rumores de su exabogado! Es verdad que lo que sea sonará, porque hay que
esperar al dictamen de la justicia, que según algunas informaciones, se sabrá
en noviembre. Pero le ha faltado tiempo a la oposición de derechas, muy
“ofendida” por las presuntas irregularidades en las cuentas de Podemos, para
pedir la dimisión de Pablo Iglesias y su equipo, a fin de provocar una crisis
de gobierno. Esta cínica actitud me
trae a la memoria el dicho de Jesús en el evangelio: “¿Por qué miras la paja
que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?” (Lucas,
6, 41).
Mi familiar me comenta
indignado todo esto que ha oído en las noticias y mi indignación sube también
de tono. ¿Dónde queda ya la paz interior que me inspiraba la quietud de la
palmera y sus compañeras? Para que nada falte, sigue el tintineo del móvil que
anuncia, desde las claras del día, un mensaje tras otro, la cadena de envíos de
noticias, sobre todo de quienes transmiten una pesada y exhaustiva información
de lo que ocurre a nuestro alrededor y en el resto del mundo.
Miro a mi vecina la palmera y me digo: ¡Qué difícil es
mantener la paz interior en esta sociedad histérica y muchas veces injusta, que
nos obliga a prestar continua atención a los acontecimientos sin darnos tiempo
a un serio discernimiento!
Finalmente, respiro profundamente y siento una reconfortante
tranquilidad, antes de volver a la actividad del día, como la que tuve al principio
de mi reflexión al ver la inmovilidad de mi vecina la palmera.
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