DE VOSOTROS, FARISEOS DE AYER Y DE HOY
En el
evangelio de Lucas (Lc, 11, 42-46), Jesús arremete con advertencias a los
fariseos de su tiempo que pagaban el diezmo, hecho que él no rechazaba, y se
olvidaban del derecho y del amor de Dios al prójimo. Critica también la
predilección de los miembros de este grupo por los primeros puestos y las
reverencias por la calle. Los compara a tumbas que la gente pisa sin saberlo.
Finalmente, no se olvida de los juristas que imponen a la gente cargas muy
numerosas e insoportables, pero viven como si no tuvieran que hacer nada; es
decir, no mueven un dedo por nada ni por nadie.
Jesús se
enfrenta, pues, al “espíritu del fariseísmo”[1] por
el que se exige a los demás lo que no viven quienes lo proclaman y postulan.
Si
aplicamos el pasaje evangélico a nuestras vidas, quizás, nos vengan bien estas palabras
de J. M. Castillo en el comentario al evangelio del día: “Una de las cosas más
difíciles, que hay en la vida, es matar al fariseo que todos llevamos dentro.
En definitiva, porque a todos nos gusta aparecer como realmente no somos”[2]
¿No será
necesario para dar transparencia a nuestra vida cristiana y social la lectura
comprometida e interpelante del Evangelio, de tal manera que confrontemos
continuamente nuestras vidas con sus propuestas, advertencias y
recomendaciones?
¿No ha
llegado ya la hora de dejarnos de palabras bonitas y huecas en nuestras
reflexiones públicas y pasemos a la acción en todo aquello que se nos pide en
el Evangelio?
¿No será
esta forma de leer, contemplar y vivir el Evangelio el mejor antídoto para no
caer en la hipocresía, las medias palabras, el miedo y el no querer saber nada
de los problemas de los demás, aunque asistamos a las ceremonias religiosas y
nos esforcemos cada día en vivirlas de la forma más devota y perfecta?
¿A la luz
del Evangelio no debe la Iglesia ser más transparente, comprometida y crítica
con lo que ocurre en su seno, en vez de esconder la cabeza bajo el ala?
¿No es
precisamente la falta de “espíritu evangélico” lo que hace que muchos pastores
no escuchen al papa Francisco, lo odien con todas sus fuerzas y le pongan “zancadillas
dialécticas” a cada paso que da?
Se ha
dicho que la Iglesia tiene sus tiempos que no son los nuestros, pues así le va,
siempre a remolque de los acontecimientos. El Evangelio urge a los
cambios inminentes, porque el tiempo pasa y, a veces, las ocasiones no vuelven.
Sin embargo, la Iglesia cree que tiene todo el tiempo del mundo para una
conversión comunitaria, a pesar de que los problemas sin solución se pudren y
se materializan en escándalos, que se vuelven contra la institución, como, por ejemplo,
la pederastia, que ha causado mucho dolor, vergüenza,
pérdida de la fe y desconfianza hacia la Iglesia.
Por
tanto, parece obligado o muy aconsejable hacer del Evangelio nuestra guía de
vida. Porque en él se nos revela a Jesús de Nazaret, el Cristo, cuyo seguimiento
es fundamental para quienes-hombres y mujeres- se identifican como cristianos.
[1] José María Castillo. “La Religión de Jesús. Comentario
al Evangelio diario 2020”, pág 366.Desclée de Brower.
[2] Idem.
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