JESÚS ENVÍA A LOS
72 DISCÍPULOS (Lc 10, 1-9)
He leído una vez más este pasaje del Evangelio y he
reflexionado sobre su contenido. En este tipo de textos, que tratan de
manifestar determinadas formas de vida, relaciones humanas, costumbres y
consejos, siempre descubres perspectivas y aspectos nuevos reveladores de
enseñanzas para nuestra vida concreta, personal y social.
Lucas nos narra como Jesús envía a 72 discípulos de dos en
dos a pueblos y lugares donde pensaba ir él. De alguna manera, estos seguidores
de Jesús iban a preparar el mismo camino que Jesús, el profeta itinerante iba a
recorrer después.
Sabedor de que había
mucho por hacer, les dice “Hay mucho que cosechar, pero los obreros son pocos:
por eso rueguen al dueño de la cosecha que envíe obreros a la cosecha”. Jesús sabe también de las dificultades que
van a encontrar: “Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de
lobos”, no solo por la maldad natural que siempre ha caracterizado la vida
humana, alternada con buenas obras, sino también por las reacciones adversas al
mensaje rompedor de Jesús.
Les pide que se desplacen con la mayor austeridad: “No lleven
talega, ni alforja, ni sandalias”; y no os detengáis a saludar a nadie por el
camino”. Su misión requiere de pocos medios para transmitir el mensaje de paz
de Jesús, y deja la manutención de los mensajeros en manos de los habitantes de
las casas donde piden alojamiento. Parece, según algunos expertos, que los 72
discípulos itinerantes debían acudir a las casas de los discípulos no
itinerantes. Además, la misión no permitía
dilación en el tiempo, como se expresa en la traducción popular de la Biblia Latinoamericana:
“Y no se paren a conversar con alguien por el camino”. Finalmente, Jesús, según
San Lucas, les aconseja: “Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que
tengan”. “No andéis cambiando de casa”. “Si entráis en un pueblo y os reciben
bien (…), curad a los enfermos que haya y decid: “Está cerca el Reino de Dios”.
En estas últimas normas o consejos que Jesús da a sus discípulos se recogen los
dos elementos fundamentales del mensaje a transmitir: uno, práctico, ejecutivo:
curad a los enfermos; el otro, el anuncio de la proximidad del Reino de Dios,
signo de esperanza para quienes escucharan su mensaje.
Castillo, en su evangelio del día: “La religión de Jesús”,
considera que el número “72” es un derivado del “7”, número bíblico, cuyo
significado era universal en la tradición judía. Es posible, por tanto, que la
expedición no estuviera compuesta
por los 72 que nos dice Lucas en su narración, sin embargo, se me ocurre
pensar que fuera un grupo numeroso, pues el número indica un nutrido grupo, superior
al número “doce” de los apóstoles.
Por este carácter universal de nuestra vocación cristiana, ya
que el envío de los “setenta y dos” era la voluntad de Jesús de extender su
mensaje más allá del espacio geográfico y comunitario en el que él se desenvolvía,
nos impulsa y anima a dar a conocer a Jesús y su Evangelio a todas las
personas, pueblos y naciones.
Pero esta evangelización no la podemos hacer hoy con
imposiciones y sentido de superioridad, como ha sido el proceder de la
jerarquía de la Iglesia a lo largo de su
historia, salvo honrosas excepciones. Nuestra propuesta evangélica ha de ser
una oferta a los destinatarios con el mayor respeto a su iniciativa y libertad.
Hemos de tener en cuenta su cultura, su origen religioso y social.
Principalmente, nuestra misión consistirá, a mi modesto
entender, en llegar a acuerdos en aspectos humanizadores de un lado y de otro,
porque lo básicamente importante es que el Evangelio fecunde las ideas,
criterios, actitudes y comportamientos de la gente y encuentre, además,
contribuciones y respuestas, que nos permitan a los cristianos “ver” el
Evangelio desde distintas perspectivas y nos motive a unas prácticas
humanizadoras compartidas.
En esta dirección de posibles propuestas, es muy interesante
reflexionar sobre el “parlamento de las religiones”, iniciativa del gran
teólogo ya fallecido Hans Küng, muy implicado en que las grandes religiones lleguen a acuerdos de humanización más allá de los dogmas -verdades y dogmas -todas ellas
muy respetables, aunque no las compartamos en determinados casos- , convencido
como estaba de que sin un acuerdo de las religiones en los principales
problemas que afectan a la humanidad no habrá paz.
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