DESDE MI VENTANA:
“MI VECINA
LA PALMERA”
Cuando medito
o trabajo en el ordenador, observo la palmera
que está frente a mi casa.
Desde la
ventana de mi escritorio, la veo y admiro su esbeltez. No es frondosa, pero si grácil
y alta, más alta que sus dos vecinas que conviven con ella, soportando el
calor, el frío y el viento gaditano, sobre los jardines de la avenida.
En este
momento, once de enero de 2019, sus ramas están
verdes y se mueven gracias a un viento ligeramente suave. A veces, este
temblor que produce, cosa rara en Cádiz, el casi imperceptible movimiento se
acelera por el cambio en la intensidad del viento, pareciéndome sus ramas
hilillos iluminados por el sol de la
mañana.
He sentido
una gran alegría al comprobar que mi vecina, la palmera, ha vuelto a recobrar
su espléndido verdor después de la
sequedad del verano. Puedo decir, por tanto, que ella es el instrumento natural
que me permite conocer los cambios en la fuerza del viento, la mayor o menor
iluminación del sol y el paso de una estación a otra. Es un heraldo permanente
que capta mis observaciones y un
elemento de constante presencia en el decorado de esta avenida de Cádiz,
moderna y urbana, que nos atosiga con su tráfico de vehículos, convertida, ahora, en miniautopista debido al acceso del nuevo
puente, garganta que vomita día y noche vehículos de todas clases en veloz
dirección al centro y puerto de Cádiz.
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