LA IGLESIA DIOCESANA ANTE LA CRISIS ECONÓMICA.
PRESENTACIÓN:
Presentamos aquí un informe que pueda servir para elaborar la Carta Pastoral sobre la crisis económica. Hemos dado por tanto una visión panorámica de la misma lo más cohesionada posible en el tiempo, en sus causas y consecuencias.(Ver)
En el juzgar hemos pretendido ser coherentes con el análisis presentado en el ver, aunque somos conscientes de que hay diversas formas de discernir los acontecimientos desde las fuentes cristianas y eclesiales. En el actuar nos hemos ceñido a las posibles pistas de actuación diocesanas, que creemos forman parte del objetivo de la futura Carta Pastoral de D. Antonio.
¿QUÉ TIPO DE CRISIS SUFRIMOS?
En la Iglesia de Cádiz y Ceuta sentimos una honda preocupación por lo que los expertos han venido llamando en los últimos meses la crisis económica. A nuestro alrededor, percibimos los efectos de esta situación como el aumento de las colas del paro y el incremento de las ayudas de las Cáritas parroquiales, incluso a personas que hasta ahora han tenido un nivel de vida aceptable. En nuestra diócesis, tales efectos se han recrudecido, pues padecemos la recesión económica desde hace muchos años. Alguien ha dicho con acierto que estamos ante la crónica de una crisis anunciada, pues los efectos perversos de la nueva situación no son sino el agravamiento de los problemas que ya veníamos sufriendo.
Para constatar lo que decimos, nos ha parecido conveniente echar mano de las estadísticas siempre frías, pero significativas de la coyuntura que estamos viviendo:
En el mes de noviembre de 2008 se han contabilizado en Cádiz y provincia 143.549 parados, 4003 personas más que en octubre.
En el tiempo comprendido entre noviembre de 2007 y el mismo mes de 2008 ha habido 36.952 parados más. Durante los 15 últimos meses hemos asistido a una subida interrumpida del desempleo.
Para que nos hagamos una idea de la dimensión del problema, convendría mencionar también que en el mes citado-noviembre de 2008-, en España había 2.989.269 parados, con una subida del 6,08% respecto al mes anterior, y que Andalucía registró la segunda tasa de desempleo entre las Comunidades Autónomas, con 707.749 personas afectadas, un 3.51% más que en octubre.
Al rozar los tres millones de parados en España, nos encontramos en lo que los economistas denominan “ paro de riesgo”, y según las expectativas más razonables el incremento va a continuar, pues la pérdida de trabajo no afecta sólo a los puestos directos sino también a los indirectos que se van destruyendo.
En nuestra provincia, según los sindicatos, los despidos pactados se cuadriplican. Entre enero y mediados de octubre de 2008, 16 empresas gaditanas han llevado a cabo expedientes de regulación de empleo con carácter extintivo. Denuncian además las organizaciones sindicales que determinadas empresas despiden a trabajadores con la excusa de no poder mantener las plantillas en sus niveles actuales de personal..
(Estas estadísticas deberán ser actualizadas con los datos más próximos a la publicación de la Carta Pastoral. )
En relación con la pobreza y exclusión social en Cádiz, nos ha parecido conveniente mencionar por su actualidad y crudeza el informe que APDHA ha publicado en el presente mes de diciembre, en el que se denuncia que en Cádiz y provincia 111.000 personas, de una población de 1,2 millón, se encuentran en situación de pobreza grave, malviviendo con 6 euros diarios, unos 200 euros al mes. Destaca además el informe citado que 210.000 personas viven con una renta anual por debajo del 60% de la renta del país, es decir, en el nivel de pobreza simple o relativa. Esta inquietante realidad contrasta con la subida imparable de los precios de productos al consumo. La cesta de la compra de Cádiz es la más cara de todas las capitales, detrás de Bilbao.
Cáritas, en un informe de 30 de octubre declara que en España hay 8,5 millones de pobres, lo que supone en términos porcentuales el 19,7% de la población española. Los que sufren la pobreza severa ganan menos de 280 euros al mes y los pobres instalados en el nivel de pobreza relativa ingresan sólo 574 euros mensuales.
No podemos olvidar tampoco que, entre las víctimas de la crisis, las principales son los pobres de los países más empobrecidos; y éstos siguen aumentando de forma imparable, así, la FAO denuncia que en 2007 creció en 75 millones el número de personas hambrientas. La cifra total se eleva a 923 millones y además 848 millones padecen desnutrición severa. No obstante lo inmoral de estas cifras, resulta aún más escandaloso que 10 millones de niños mueran de hambre al año y 5000, cada día, pierdan la vida por falta de agua.
Sin embargo, por muy completas que sean las estadísticas sobre la grave situación que padecemos, esta reflexión no estaría completa, sin hacer mención de las causas que la han provocado y las consecuencias presentes o venideras.
Estamos ante lo que se ha llamado una crisis financiera, provocada por la concentración de capitales en pocas manos, como efecto perverso de la globalización mal fundamentada en una despiadada competencia internacional y la incitación a un consumo desmesurado. En nuestro país hemos comprado fuera lo que no teníamos, amparados en los precios más favorables del petróleo y en una abundante financiación. Esta situación ha hecho crecer muy sensiblemente las compras a crédito y ha desestructurado de forma anómala la producción. Nos hemos endeudado hasta “las cejas” y el ahorro familiar está cayendo en picado De todo ello se han beneficiado las multinacionales y los sectores más pudientes de la sociedad, tanto en España como en otras zonas del mundo. El dinero se ha manejado a capricho sin el debido control público; se ha inmovilizado, gastado o evaporado en oscuras operaciones como las de las hipotecas de los bancos norteamericanos. Así, los directivos y accionistas de estas entidades, anhelantes de beneficios económicos, quisieron ir más allá concediendo muchas hipotecas a unos intereses muy altos para cubrir el riesgo de los posibles impagos, endeudando a sectores más pobres y precarios que sus habituales clientes. Al necesitar más dinero, lo solicitaron a entidades financieras de todo el mundo. Vendieron las hipotecas a otros bancos sin que nadie los controlara, creando un efecto mariposa de ventas desenfrenadas. Las familias obreras y menos pudientes se negaron a pagar los préstamos abusivos que se les concedía, al subir el precio de las viviendas que habían comprado y no poder pagar los plazos de las hipotecas. Saqueadas las arcas de los bancos, quebró el abusivo sistema financiero que ha venido moviendo capital sin fronteras ni control. Sólo EEUU ha consumido bienes y servicios del resto del mundo por un valor de 7.000 billones de dólares. En esta gigantesca dinámica de beneficios los perjudicados han sido los trabajadores y pequeños propietarios que han visto como sus rentas y riqueza se han ido transfiriendo rápidamente a los dueños del capital.
Mientras todo esto ocurría, a los ciudadanos, los consumidores, se les ha creado la falsa expectativa de una sociedad en la que el bienestar se identifica con posesión. En España, sin ir más lejos, la “burbuja inmobiliaria”, fraguada durante años, ha sido un auténtico escándalo, por el aumento desmedido en la construcción y precios de las viviendas. Se ha blanqueado mucho dinero y se ha permitido que inversores sin escrúpulos ganasen suculentas fortunas, a la vez que la desesperación e impotencia se apoderaban de las familias al no poder hacer frente a deudas tan elevadas. El espejismo de la propiedad, azuzado por una hábil propaganda está despojando a muchas personas de lo estrictamente necesario para vivir.
Al tratar las causas de esta crisis económica, no podemos olvidar dos agentes inmediatos de la misma: el aumento del precio de los alimentos y el de los precios del petróleo.
Países pobres exportadores de alimentos y con alta tasa de crecimiento han dejado de exportar al consumir internamente sus excedentes o destinarlos a la producción de energía, disminuyendo de esta manera la cantidad de alimentos a nivel mundial. Ha influido también en esta disminución las malas cosechas producidas a consecuencia de desastres medioambientales.
Petróleo y alimentos están también relacionados y está conjunción ha elevado espectacularmente el precio de éstos últimos. Su utilización como biocombustibles, en sustitución del petróleo como fuente de energía ha provocado una subida del 30% del precio de los alimentos. En los tres últimos años el incremento ha sido del 83%.
A partir de 2007 los precios del petróleo crecieron de forma asombrosa, debido, entre otras causas, a las diferencias políticas entre los países productores, a la especulación con los precios ante la posibilidad de que las reservas del crudo sean cada vez menores, al incremento de la demanda entre países que crecen rápidamente y a los conflictos en países productores como Iraq e Irán.
Ante todo este sistema de cosas, los gobernantes de las naciones se esfuerzan en tapar los agujeros de la corrupción, empleando el dinero de los ciudadanos para rescatar las entidades financieras y no para erradicar el hambre del mundo. En este sentido, Justicia y Paz asegura que los fondos inyectados a los bancos suponen trescientas veces más dinero que el que se da a la FAO como fondo de emergencia contra el hambre. Muchos ciudadanos piensan que tales ayudas van a beneficiar todavía más a los ricos y a convertir a los pobres en más pobres. Tampoco se explican que en la época de los grandes beneficios no se tuviera en cuenta la situación de los parados y de los excluidos del sistema neoliberal, que ha dado pruebas de estar fundamentado en bases nada éticas.
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La crisis: un problema moral
No podemos reducir la crisis económica a un problema técnico, desde nuestra visión cristiana de la vida. En el desarrollo de la misma han ido apareciendo hombres y mujeres, jóvenes, niños, familias y poblaciones enteras que sufren el impacto del paro, la pobreza, la miseria, la exclusión social e incluso la muerte por inanición. Por sus nefastas consecuencias humanas y sociales, nos enfrentamos a un problema moral, cuya solución no puede venir sólo de los medios técnicos que nos proporciona la economía. Otra vida social y económica es necesaria para responder a lo que verdaderamente exige la dignidad de la persona, que ha de ser tratada como sujeto y fin, nunca como instrumento.
Los cristianos encontramos en la tradición bíblica de los Profetas, en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia( DSI) criterios, principios, valores y actitudes para este reconocimiento del ser humano que no debe quedar atrapado en el dinero, en el consumismo y en la banalización de la moral que absolutiza lo material y relativiza los valores del espíritu: el amor, la justicia, la solidaridad, la fraternidad... Sólo desde este reconocimiento de la dignidad humana podremos transformar la sociedad y la economía.
En la Biblia, los Profetas de Israel denuncian el dios- dinero que hace de los huérfanos, las viudas y los emigrantes sus víctimas. En su nombre se reprime también la justicia, el derecho, la misericordia y al mismo Dios. Sin embargo, en medio del sufrimiento del pueblo por la explotación que padece, animan a la esperanza, ante la promesa de una nueva Alianza con Dios, que les promete una tierra nueva, un hombre y un pueblo nuevo; en definitiva, una sociedad que pueda vivir como pueblo libre y digno. Este último mensaje nos hace pensar en la expectativa de contemplar la crisis como un proceso de perspectivas nuevas, de depuración de las ideas, acciones y actitudes que la han provocado.
Podemos dar un paso más:
En Lucas 9, 11-17, el ejemplo de amor y misericordia a la muchedumbre que le seguía, nos puede servir de orientación de cómo debemos comportarnos con nuestros hermanos en tiempos de crisis económica. A la petición que los Doce hacen a Jesús de que despida a aquella muchedumbre, porque caía la noche y había que buscar alimentos en los alrededores, Él les pide que sean ellos mismos los que den de comer a las aproximadamente 5000 personas congregadas en el lugar, e invita a sus amigos a que pongan en común lo que modestamente tienen: cinco panes y dos peces. Y el milagro de la solidaridad, la multiplicación de los panes se hace realidad. La invitación de Jesús supone en momentos tan difíciles como éstos una nueva forma de repartir los bienes y regular de forma más humana la economía.
Pero esta aspiración de justicia y solidaridad plena no es viable en una sociedad de libre mercado, sin control, en la que los agentes financieros y económicos actúan “a sus anchas “, en beneficio propio y en perjuicio de los pobres, de los trabajadores y de los ciudadanos en general. Es indispensable que “el Estado” cumpla su “tarea fundamental en ámbito económico” de “definir un marco jurídico apto para regular las relaciones económicas...” “La actividad económica, sobre todo en un contexto de libre mercado no puede desarrollarse en un vacío institucional jurídico y político...” (Compendio de la DSI, 352) “Es necesario que mercado y Estado actúen concertadamente y sean complementarios” (Compendio DSI,353)
No puede descuidarse tampoco el trabajo, pues es un derecho y un deber de la persona. Por esta razón y, ante el escándalo de la destrucción de puestos de trabajo en tiempos de beneficios y la precarización constante del existente, hay que oponer una nueva estrategia que permita afrontar tales desequilibrios económicos y sociales “restableciendo la justa jerarquía de valores y colocando en primer lugar la dignidad de la persona que trabaja( Compendio DSI, 321).
Los cristianos debemos mirar con esperanza las realidades, plenas de excelentes iniciativas, frutos del trabajo de los hombres y mujeres, movidos por la confianza de que Dios actúa en el mundo para conservar y enriquecer la obra de sus manos, pero también con la convicción de que ante el sufrimiento, el hambre, la miseria y la exclusión debemos oponernos con nuestras acciones fraternas al servicio de prójimo, principalmente de los pobres, y con la denuncia profética, de la que el mismo Jesús se sirvió en su tiempo.
Es verdaderamente evangélico mirar y acompañar, en el comienzo de la Cuaresma, a tantos cristos sufrientes de nuestra diócesis por los perniciosos efectos de la crisis económica.
¿QUÉ PODEMOS HACER EN LA DIÓCESIS?
Prestar un decidido apoyo a la familias que se encuentran en dificultades económicas o tienen varios o la totalidad de sus miembros en paro, para lo que habrá que “potenciar la coordinación de los diferentes grupos y Cáritas parroquiales y arciprestales, compartiendo las riquezas, aspiraciones y necesidades existentes”(MESA DE LOS BIENES, PLAN DIOCESANO PASTORAL 2008-2009).
-Atención a las familias inmigrantes, campo que deberá ser atendido “por los agentes de pastoral familiar, en coordinación con Cáritas y el Secretariado de Migraciones”.(Carta Pastoral: “Llamados a promover e impulsar el crecimiento de la Pastoral Familiar,2008)
Dinamizar los Consejos Diocesanos para que se pongan al servicio de la misión.(Reunión del viernes 5 de diciembre)
-Reactivar el Fondo Diocesano de Solidaridad de Cáritas, para atender las necesidades más urgentes de la Diócesis.(Reunión del viernes 5 de diciembre)
Dedicar un día de salario para atender a los sectores más pobres de la Diócesis.
-Orientar a las comunidades parroquiales para que acompañen y ayuden materialmente en esta situación de crisis económica a las personas y familias en dificultades.(Reunión del viernes 5 de diciembre)
Elaboración de un material de formación en valores(austeridad, solidaridad...), de acuerdo con el objetivo de la campaña del Secretariado de Migraciones: “En tiempos de crisis, comunidades fraternas”(Reunión del viernes, 5 de diciembre)
-Realizar un sencillo análisis de cómo se encuentran las familias y los barrios más modestos de la Diócesis(Reunión del viernes, 5 de diciembre)
-Tener una especial atención al desempleo juvenil que aumenta sin cesar. La Delegación de Pastoral Obrera y la JOC presentarán a la Iglesia diocesana análisis y propuestas en este campo.(Reunión del viernes 5 de diciembre)
-Seguir fomentando la difusión y estudio de la DSI, potenciando la Delegación Diocesana de la Doctrina Social de la Iglesia.(Plan Diocesano 2006-2007)
Apoyar las tareas del Sector “Paro, pobreza, y exclusión social”, que lleva a cabo la HOAC diocesana.
Abogar por la misión: la denuncia profética cuando las situaciones de injusticia social lo requieran.
Pedir a las hermandades diocesanas cuiden la austeridad en los gastos y exornos de las imágenes, como gesto en solidaridad con los diocesanos que pasan dificultades económicas(víctimas de la crisis)
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